sábado, 30 de mayo de 2009

Es Sentir


Me acuerdo que fue mi hermano Matías, como siempre ocurre en este tipo de casos, el que me trajo el nuevo disco de una banda que tenía el bizarro apodo de “Los Piojos”. No fue El Verano del ’92 sino que corría el año 1997. Él y sus amigos, bajo El Farolito con su Luz de Marfil, en el patio de casa, trasnocharon jugando al T.E.G, tarareando el raro tema Shup, Shup.
Giró toda la noche Tercer Arco. Yo me aprendí de memoria Maradó, porque en esa época dormía con la pelota bajo el brazo.
Ellos, ya se sabían de memoria los temas de Chac Tu Chac y de Ay Ay Ay.
Hasta allí, Los Piojos, tan solo eran más que unos pibes de barrio que saludaban a las viejas que baldeaban las veredas diciéndoles “Buenos Días Palomar”.
Fue gracias a ellos, y a los grandiosos Redonditos de Ricota, los Guns And Roses y Pearl Jam, que ingresé al fabuloso mundo del rock del que nunca me retiré. Entre los Cancheros jeans cortados, chapas al estilo Axel Rose -todo muy noventa-, se instalaron Los Piojos en mi cabeza.
Marian, mi hermana, siguió profundizando el vínculo piojoso. El penetrante Azul, ese que explicó que “si azul es el misterio más profundo, azules son las almas”, sonó por los pasillos de casa. Las melodías se escapaban con un halo de melancolía por debajo de la puertas de nuestros dormitorios. Luego, para despedir el secundario, ella le regaló a sus compañeros de curso una letra que era un deseo: “Yo sé que vendrán Buenos Tiempos…porque en el barro te viste crecer, porque en el barro sos vos, porque del barro supiste beber, no se olvida el amargo sabor”.
Mientras tanto, un cassete de Chac Tu Chac, nos identificaba de la Crueldad que es vivir en un pequeño pueblo. De lo que duro que es vivir Siempre Bajando, de los Mocosos cagados de hambre en la calle y de que si no Yiras o Yiras como tangueba el gran Discépolo, la vida se vuelve una Sudestada.
Cuantas letras acumuladas surgían del alma en los rituales sin calma, en las fiestas que en vivo dieron Ciro, Tavo, Piti, Micky y la compañía de Dani Buira y La Chilinga. El Toto y el Negro. Fíjate que después se sumaron “Juanchy” y"Roger”, que bien Merecido lo tenían y nada cambió.
Recuerdo un recital en La Plata, con miles de bengalas, apretados, en el polideportivo del “lobo”, donde cualquiera podría resultar irónicamente Quemado, vi bailar a mi hermana arriba del escenario, en Muévelo.
También en La Plata, pero esta vez en el Estadio Único, percibí las lágrimas de Ciro en Todo Pasa conmovido por la muerte del verdadero Genius de Adolfo Castello. Más que nunca fue un Verde Paisaje del Infierno. Nos sentimos Tan Solos.
Más tarde, el Agua amenizó el dolor y todo volvió a ser una fiesta.
Fue en River, en un Atardecer Gris, cuando se me ocurrió escribirle la letra de Te Diría a algún Angelito que tenía por ahí. Me abracé con amigos y revoleé la camiseta olvidando las angustias cotidianas cuando escuché a Pappo, al gran Rey Del Blues argentino.
Con el Loco y Nico, mis amigos, analizábamos las letras. Nos identificábamos. Nos caía bien la gente nueva que conocíamos sólo por la acreditación de ser “piojosos”.
Mi amigo Rulo, hoy apodado Umbekant, un día vio sobre la mesa de mi casa Máquina de Sangre. Quería saber en ese momento cómo estaban sonando las Murguitas piojosas y me lo pidió. Llévatelo, alegué, mientras le mostraba el tema “Entrando en tu ciudad”.
Con Gilda –todavía no encontré una fanática demencial de su talla- cruzábamos los dedos para que no se separen, cuando los rumores aducían un probable alejamiento. Éramos celosos de los nuevos fans, detestábamos las risas de los piojosos de turno que tarareaban el uoh pa pa pa.
No me olvido cuando le dije a Micaela que Los Piojos se separaban y me dijo. “¿Qué decís?”. Hasta se enojó.
Amor de perro, que pega y pega, cuando parece terminarse.
La vida es así. A veces, en el trabajo me acuerdo de San Jauretche o del Blues del Traje Gris, de lo Difícil que es lidiar contra el Sucio Can de mi jefe. Me doy manija y pienso en que si cayó Babilonia algún día esta Globalización puede dejar de intentar ser una absurda Civilización.
Luego maduré: ¡Dale! No Parés. Basta de Penas, loco. Olvídate, la vida es una Ruleta y que si Vine Hasta Aquí y me volví un Bicho de Ciudad es para que un Buen Día afile mis Dientes de Cordero y logre llegar a la Esquina Libertad.
Repasé la letra en mi mente: “Si vos queres estar libre, si queres alto volar, no dejes que te den el tiro cuando empezás a aletear”.
Entonces, habrá que pelearla Como Alí. Hoy es hoy. D´ont Say Tomorrow. Como lo hacen María y José, que como sea, tienen que llegar a pagar el alquiler a fin de mes. Como los Doctores Crotos en el Balneario. Como Fumigator o cualquier Taxi Boy que se gana la vida trabajando. Como Guadalupe o Ximenita que, pase lo que pase, a ellas siempre les gustó bailar.
Al Desierto mandaré a La luna y a la Cabra. Al Pacífico las Langostas. Me siento un Fantasma. Pensando en Morella y sus Labios de Seda.
¿Y que más? ¿Quién no se emocionó con Canción de Cuna?
Hoy, Sólo y en Paz, veo el Finale. Esta vez ya no quiero Manise, ni Pistolas. No puedo creer que no habrá más Arcos tapados de escenarios y piojosos por todos lados. De solo pensar que no habrá Reggaes Rojos y Negros, ni alientos para “Go negro go o la armónica en Motumbo…me dan ganas de llorar.
A ver cuando regresas Piojos. Toda la familia ya Anda con Ganas de encontrarte, de volver a degustar el Manjar. No queremos Cruces ni Flores. Ni muchos menos Pollos Viejos.
Muy despacito se empezaron a despedir. Ni piensen que los vamos a olvidar.
No dejen que este cariño se vuelva Salitral, porque Desde Lejos No Se Ve todo el amor. Porque Los Piojos Es Sentir. Y eso no va a cambiar.

29 de Mayo


No hay espontaneísmo. Ni improvisación. Ni grupos extraños a las resoluciones adoptadas. Los Sindicatos organizan y los estudiantes también. Se fijan los lugares de concentración. Como se realizaran las marchas. La gran concentración se llevara adelante, frente al local de la CGT en la calle Vélez Sársfield 137.
Millares y millares de volantes reclamando la vigencia de los derechos conculcados inundan la ciudad en los días previos. Se suceden las Asambleas de los Sindicatos y de los Estudiantes que apoyan el paro y la protesta.
El día 29 de Mayo amanece tenso. Algunos sindicatos comienzan a abandonar las fábricas antes de las 11 horas. A esa hora el Gobierno dispone que el transporte abandone el casco céntrico. Los trabajadores de Luz y Fuerza de la Administración Central, pretenden organizar un acto a la altura de Rioja y General Paz y son atacados con bombas de gases. Es una vez más la represión en marcha. La represión indiscriminada. La prohibición violenta del derecho de reunión, de expresión, de protesta.
Mientras tanto, las columnas de los trabajadores de las fábricas de la industria automotriz van llegando a la ciudad. Son todas atacadas y se intenta dispersarlas. El comercio cierra sus puertas y las calles se van llenando de gente.
Corre la noticia de la muerte de un compañero, era Máximo Mena del Sindicato de Mecánicos. Se produce el estallido popular, la rebeldía contra tantas injusticias, contra los asesinatos, contra los atropellos. La policía retrocede. Nadie controla la situación. Es el Pueblo. Son las bases sindicales y estudiantiles, que luchan enardecidas. Todos ayudan.
El apoyo total de toda la población se da tanto en el centro como en los barrios. Es la toma de conciencia de todos evidenciándose en las calles contra tantas prohibiciones que se plantearon. Nada de tutelas, ni de los usurpadores del poder, ni de los cómplices participacionistas. El saldo de la batalla de Córdoba -El Cordobazo- es trágico. Decenas de muertos, cientos de heridos. Pero la dignidad y el coraje de un Pueblo florecen y marcan una página en la historia argentina y latinoamericana que no se borrará jamás.
En las fogatas callejeras arde el entreguismo, con la luz, el calor y la fuerza del trabajo y de la juventud, de jóvenes y viejos, de hombres y mujeres. Ese fuego que es del espíritu, de los principios, de las grandes aspiraciones populares ya no se apagará Jamás.En medio de esa lucha por la justicia, la libertad y el imperio de la voluntad soberana del pueblo, partimos esposados a bordo de un avión con las injustas condenas sobre nuestras espaldas. Anos de prisión que se convierten en poco menos de siete meses, por la continuidad de esa acción que libró nuestro pueblo, especialmente Córdoba, y que nos rescata de las lejanas cárceles del sur, para que todos juntos, trabajadores, estudiantes, hombres de todas las ideologías, de todas las religiones, con nuestras diferencias lógicas, sepamos unirnos para construir una sociedad más justa, donde el hombre no sea lobo del hombre, sino su Compañero y su Hermano.

Agustín Tosco

Presencia

-Se fue…
Así como un suspiro
que se resbala en el aire…
Ya no está.
-¿Pronto volverá?
-Me temo que es tarde.
-Entonces: ¿ya no queda más?
-A partir de ahora debes mirar solo dónde tus ojos se posan.
-¿Ya está?
-No tragues más el dolor.
¿Qué hago?
-Escúpelo de una vez.
-¿Qué vas a hacer?
-¿Yo? Seguir.
-¿Por dónde?
-No sé.
-¿Y qué es lo que sabes?
-Lo mismo que tu.
-¿Qué se fue?
- Que se fue.
-¿No volverá?
-No volverá.

-Se fue.
-Se fue...

jueves, 28 de mayo de 2009

EL BARZA TIENE PULGAS



Son pulgas que pican y molestan. Se mueven y saltan.
Vuelan. No se ven. Dan vueltas. Una acá. Otra allá. ¡Pim, pam, pum!
El Barcelona se llenó de pulgas. ¿Alguien pudo contra una de ellas alguna vez? Mucho menos contra once…
Es imposible: un ejército de pulgas que se multiplican y pinchan a las defensas férreas, hasta erosionarlas. Como si fuesen termitas. Comen los pies. Muerden las raíces. Te ganan.
Pero hay una sola que se destaca entre todas. La diferente: La pulga atómica, sin dudas, es Lionel Messi.
Es cierto, literalmente, hay que crear un párrafo aparte para Xavi o el “cerebro” Iniesta. Oración mediante para “Samy” Eto’o que definió como Romario en el primer gol de la final de Champions League o el gran “Titi” Henry que siempre comprendió a Messi en el concepto futbolístico.
Sin embargo, más allá de estos fenómenos, que no salen de a montones sino que surgen esporádicamente, hay que explicar que ayer frente al fluido Manchester United -ácido que no surtió efecto-, Messi fue el cursor de un mousse. Se movió por toda la pantalla como los cracks de antes. Por caso: ¿Adónde jugaba Garrincha? En ningún lado. Pegado a la raya, si; pero: ¿A cuál de todas?
Barcelona logró el fútbol de la libertad. Con su deté, “Pep” Guardiola, sólo orientando al grupo: los defensores recuperando las temperas, los volantes de recuperación alcanzando los pinceles, los creativos pintando y los delanteros colgando el cuadro.
Un equipo. Once jugadores con el ego de una pulga. Cooperando, siendo solidarios ente sí. Con siete pulgas en el banco esperando brincar a la cancha. Un grupo.
Así lograron hacer historia. Dando espectáculo. Porque esto también es fútbol. Aunque el Barza reembolse 153 millones de euros y Manchester 90 millones sólo por perder. Más allá de todo lo nefasto que envuelve a este deporte, dentro de la cancha, cuando la pelota empieza a rodar, el hincha quiere disfrutar.
Ayer, degustó un banquete. Cada vez ocurre menos, pero esta vez se lo debe a unas pulgas y a Messi…En el día que de Mesías pasó a ser rey.

martes, 26 de mayo de 2009

Nota original



Pedro Prospitti y Daniel Carou: El Fútbol de ayer y hoy

De niño, antes de firmar la planilla para entrar al campo de juego, me detenía frente a un pequeño cuadro que mostraba a un hombre en cuclillas con el cuerpo inclinado sobre una vieja pelota. Detrás de esa figura se distinguían las tribunas del Club Unión Alem Progresista -C.U.A.P.-.
No supe quién era el hombre de la foto hasta que Eduardo Paredes, canchero y utilero, una especie de padre de todos los chicos del club, me señaló que el tipo en cuestión era Pedro Prospitti, uno de los mejores jugadores de fútbol que haya vestido la camiseta de Unión.
Tiempo después, al leer el maravilloso libro “Los Chicos del Barrio” de la escritora y docente Elisa Pérez, que repasa bellas historias de Allen, encontré que a Prospitti, nacido un 24 de julio de 1941, le enseño a jugar Aldo Cornide, un talentoso mediocampista que destiló magia en el campeonato que Unión ganó, en 1934. Cornide, compartió delantera junto a José Prospitti –padre-, uno de los ¡cinco! delanteros que conformaron aquel plantel campeón, responsables de que al C.U.A.P. lo apodaran como “los Magos”.
Y la sangre hizo el resto: Pedro Prospitti, con veinte años, debutó el primero de octubre de 1961, en Estudiantes de La Plata, en la fecha veinte del campeonato que Racing ganaría cómodamente. En ese mismo año, en representación del socialismo, Alfredo Palacios, era elegido como senador por la Capital Federal en las elecciones legislativas y el presidente Arturo Frondizi había recibido al Comandante Ernesto Guevara, mientras el censo daba que Argentina tenía veinte millones quinientos mil habitantes.
Conocido como “Cocoliche” por su adhesión a los juegos de azar, en 1962 jugó en San Lorenzo dónde participó en cuatro partidos y volvió al “pincha” platense al año siguiente. En 1964 fue transferido a Independiente y en agosto de ese mismo año, salió Campeón de América y disputó, además, las tres finales por la Copa Intercontinental, que el “Rojo” finalmente perdió, contra el Internazionale de Milán, en partido desempate.
En esa misma temporada, la Selección Argentina conquistó la Copa de las Naciones. Enfrentó entre otros a Inglaterra y al Brasil de Pelé, organizador del torneo. El gran Amadeo Carrizo, que le contuvo un penal decisivo al genial Gerson, en su biografía que escribió Alfredo Luis Di Salvo, declaró que la figura, pese a que no había convertido, había sido Prospitti por haber participado en los tres goles y construir paredes maravillosas junto a Ermindo Ángel Onega.
En 1966 llegó a River después de una temporada en Nacional de Montevideo –Uruguay-. En 1967 jugó para Quilmes y algunos conflictos dirigenciales lo llevaron al fútbol extranjero. Tuvo que exportar sus goles a Brasil, Ecuador y Colombia. En Bogotá fue goleador con Millonarios en el campeonato colombiano de 1971.
Prospitti, emuló el cuento que tiempo después escribiría Alejandro Dolina, “Relatores”, que narra la historia de un jugador que fue desdeñado de las canchas por relatar los partidos. Heber Pinto, periodista colombiano, describe que en un clásico de principios de los ’60, el delantero argentino se anticipó en su propio relato a la jugada que iba a hacer frente a un defensor rival, Núber Cano: "Prospitti le va a meter un caño a Cano se lo mete, ¡se lo metió! ¡Qué baile le está dando, señores! Esta tarde, Cano no lo puede parar a Prospitti".
Así era Pedro Prospitti, un eximio goleador de excelentes cualidades técnicas. Típico delantero argentino: Díscolo, guapo, travieso. En toda su carrera marcó 138 goles en 231 partidos, superando en promedio, más de medio gol por partido -0,60%-. Terminó su carrera en el Emelec ecuatoriano y decidió pasar los últimos días de su vida, en su tierra natal, agobiado por el alcohol, las traiciones del juego y el dolor del olvido. Se despidió joven el 26 de noviembre 1996.

Cumplir un sueño


Tuvieron que pasar casi cuatro décadas para que Alberto Daniel Carou, le devuelva a la ciudad la representación en la primera división del fútbol mundial.
El “Dani” nació un 27 de junio de 1984 y dio sus primeros pasos en la escuela de Fútbol de Unión. Más tarde, tuvo un paso efímero en Círculo Italiano de Villa Regina y regresó al “Mago”. En esa etapa viajó a Rosario, realizó una prueba en Newell’s Old Boys, pero no le dieron ninguna oportunidad.
En 2001 salió campeón con la Selección de Río Negro, en los Juegos de la Araucanía. Ese mismo año probó suerte en Huracán y Lanús que pretendieron sus cualidades. Sin embargo, los empecinados dirigentes de la época no quisieron otorgarle el pase y tuvo que regresar al “Mago”.
Después de dos temporadas en la primera división del C.U.A.P., pasó a Cipolletti y obtuvo el campeonato con la tercera división. No obstante, no obtuvo lugar en la primera que comandaba Domingo Perilli. Cerca de largarlo todo, un llamado de Deportivo Roca, que disputaba el Argentino B, le devolvió la confianza. Con el “Naranja” disputó un gran torneo con media docena de goles.
Terminado el préstamo, “Mingo” Perilli lo convocó y decidió darle la camiseta número 10, esa misma que hacía poco tiempo habían dejado Matías Urbano, Gustavo Canales y el exquisito Lorenzo Frutos. “Dani” devolvió el gesto con el ascenso de categoría y muchos goles: fueron 18 en total que incluyen 4 tantos al clásico rival del “Albinegro”, Deportivo Roca. En su corta carrera ya marcó 26 goles en 86 partidos.
Luego, Cipolletti consiguió el ascenso y en la primera temporada del Argentino A, de la mano del enganche como eje organizador, se clasificó al cuadrangular final, pero una lesión lo marginó de la etapa decisiva para subir a la categoría Nacional B.
Cipo no logró el ascenso, pero Carou tuvo su premio: un doble salto de categoría. Arsenal de Sarandí compró el 80% de su pase.
Pese a que no jugó ningún partido oficial, convirtió el único gol del triunfo en un amistoso frente a Talleres de Córdoba, y se destacó en los partidos que le tocó jugar en reserva frente a Godoy Cruz, Rosario Central, River Plate y Estudiantes de La Plata -en el que convirtió un golazo de treinta metros en el Estadio Único-.
Una rodilla caprichosa que conspiró contra su plenitud física, un plantel que venía de ganar la Copa Sudamericana y un técnico debutante, Daniel Garnero, se transformaron en factores que lo relegaron en la formación titular.
No obstante, Fernando Díaz, entrenador de Ñublense de Chile pidió por el enganche y “Dani” mudó su fútbol a la ciudad de Chillán, a préstamo por un año, donde ya conquistó un gol frente a Santiago Morning. Sin embargo, el pase es de Arsenal en donde el ex diez de Cipo prevé volver para obtener su revancha en el fútbol argentino.
Mientras tanto, en Allen, la tierra que vio patear “El penal más largo del mundo” según nos contó Osvaldo Soriano y que hace diez años en un caluroso marzo se organizó y destituyó a un intendente en una revuelta popular, los amantes del fútbol, encuentran otro motivo para jactarse.
Es que un pibe de barrio, después de casi cuatro décadas de espera, logró llegar. Y fue así que cumplió con un viejo sueño: el de todos.

para ver la publicación:
http://www.rionegro.com.ar/diario/aniver-allen/2009/05/25/19043.php

EL SOL DE DIEGO


Quiso el destino que uno de los técnicos más resultadistas del fútbol argentino, Carlos Salvador Bilardo, sea el entrenador de uno de los más lujosos seleccionados de la historia que haya conquistado una Copa del Mundo.
La explicación es certera: disfrutó, ese equipo argentino, a Diego Armando Maradona, en su mejor versión. Fue Diego quien destrabó los partidos más complicados: empató con una brillante sutileza el partido que el último campeón del mundo, Italia, le estaba ganando, promediando el grupo A, resolvió los cuartos de final frente a Inglaterra con dos obras históricas, que repitió frente a Bélgica, sin darle chance al seguro portero Jean Pfaf y, en la mismísima final, le dio un estiletazo, como se dice en el potrero “un tomá y hacelo” a Jorge Burruchaga, para que Argentina lograra su segunda -y más verídica-epopeya mundialística.
Todo giró en torno a Diego. En el mundial de España, en 1982, “Pelusa” se retiró haciendo lo que nunca supo hacer: pegando una patada. En México fue todo lo contrario: más allá de los goles-que fueron todos maravillosos y con neta responsabilidad de él-, el zurdito de Fiorito, fue brillante en la elaboración y finalización de jugadas, quirúrgico en asistencias y el más punzante en la verticalidad: con habilidad, fuerza y coraje, imprimió una velocidad cósmica-sino pregúntenle a los Terry Butcher y Fenwick, los centrales ingleses que completaron el rodaje del gol más lindo de la historia de los mundiales-.
Maradona tuvo muchas intervenciones –algunas no terminaron en gol-que fueron de una naturaleza nunca vista hasta allí. Es difícil olvidar el centro, doblando a 90 grados el tobillo, cercado por la línea de fondo, que le sirvió a la frente a Jorge Valdano que, finalmente, convirtió contra Corea del Sur, en el debut.
Otro caso, fue el gol anulado –aun no se sabe por qué - contra Uruguay cuando “encaró, tocó y fue a buscar”, cumpliendo con un concepto futbolístico que está escrito en los manuales del potrero. Además, contra Inglaterra, Diego acarició la Azteca de Adidas, en un tiro libre que rozó el palo del mártir Peter Shilton y, contra Bélgica, el diez, compuso una serie de disparos que fueron desviados con gran esfuerzo por el hombre del buzo amarillo, Pfaf, que atónito miraba a sus defensas. El belga, ya ni les decía nada a sus compañeros, mostrando una total capacidad de interpretación del tormentoso escenario. (Sólo atinó a pedirle la camiseta a Diego cuando terminó el partido).
Maradona fue mucho jugador. Tanto que opacó a Enzo Francescoli que sobre el final del partido contra Uruguay le pegó un patadón al propio Diego, sobre un costado de la cancha, como resumiendo la distancia que el astro argentino le había sacado a sus competidores por el trono de Rey de la Copa de México. De igual forma, desplazó al francés Michel Platini, a Zico de Brasil, al danés Micheal Laudrup, al alemán Lothar Matthäus: ninguno pudo poner en discusión a quien se convirtiera en el mejor jugador de todos los tiempos, después de México 1986.
Lógicamente, detrás de ese morrudo de rulos, había un equipo que comprendió los límites y las estrategias que tenía que llevar a cabo para que el ancho de espadas lo definiera todo. Acompañó de la mejor forma al genio cumpliendo con el formulario básico de mantener el orden y dársela “redondita”, para obtener la ansiada gloria eterna, esa que sólo gozan los jugadores campeones del universo.
Aunque parezca fácil, no lo fue tanto. Sin embargo, cada vez que llovía en ese mundial agobiante de calor, se imponía el sol de Diego. Ese sol, que iluminó mucho más que el de las doce del mediodía que la FIFA dispuso para que los monos del circo tengan que jugar. Ese sol único de Diego. Un sol distinto, tal vez, parecido al que los aztecas rindieron culto durante su historia milenaria y se empeñaron en llamarlo: dios.

Entrevista Antonio Roma


No anda con chiquitas

Antonio Roma, el ex arquero de Boca que contuvo el mítico penal a Delem, declaró contra su propia contextura física y les dio duro a los arqueros de hoy: “más altos son los arqueros, más pelotudos son”.

Todos los caminos conducen a Roma, si se trata de Villa Lugano. Allí, en la esquina de Murgueondo y Santander, con la puntualidad de los señores mayores, espera el “Tarzán italiano”, ese hombre que defendió el arco de Boca en 323 oportunidades y a la Selección Argentina en dos mundiales (1962 y 1966).
El tipo en cuestión es Antonio Roma, el vecino de Lugano que pasó allí los 76 años de su vida. La gente aún lo reconoce: “Antonio :¡cómo se salvaron el domingo!”le grita, con respeto, un hincha de River, post superclásico. “¿Sabes cuántas veces les gané?”, le devuelve con una retórica el Tano, que después va más allá: “A mí no me hacían el gol que se comió el Pato”.
Luego, el hombre que supera el metro ochenta, se sube a su Peugeot 505, elegante como todo auto viejo, pero con cicatrices que delatan más de veinte años. Sin embargo, Tarzán lo defiende: “Este auto es un fierro. Hace poco choqué y me salvé gracias a lo duro que es” y, entre risas, compara: “Es como yo”.
La palanca de cambios está llena de figuritas de Boca, y el tapizado se mantiene pulcro como el viejo Roma. Por los vidrios se perciben las calles de Lugano que están a la miseria y el Tano, casi sin querer, se mete en la entrevista:
-Si me preguntan cómo era el barrio antes, les digo que parecen dos lugares distintos. La pobreza es notoria y los afanos, cotidianos. Hoy, los pibes en la esquina se juntan a tomar, nosotros sólo jugábamos... cambió todo.
-¿También cambió el futbolista?
-El jugador de fútbol era distinto, no lo llevabas por delante así nomás. A nosotros nos daba vergüenza estar tirados en el pasto, por ejemplo. Es inentendible lo que ocurre ahora. Dejé de ir a la cancha porque me hago mala sangre. Hoy se tiran codazos para lastimarse, se acabaron los códigos. Nosotros sabíamos que éramos colegas y que tirarse en el suelo era de maricas.
-¿Cómo ve a los arqueros actuales?
-Muy mal. Cuando me tocó estar en la primera de Boca iba a buscar centros y no se me escapaba la pelota ni que me mataran. ¡Y no usaba guantes! Hoy los arqueros no salen, no despegan los pies del piso. Nosotros nos apoyábamos en la espalda del rival para propulsarnos.
-¿Ya no ve arqueros como en su época?
-No, antes era otra cosa. No entiendo a los arqueros de hoy, son arqueros de gimnasio, cuando el mejor entrenamiento que uno puede tener es que lo maten a pelotazos. Tienen que trabajar con su propio físico. Yo jugué veinte años al fútbol y nunca me desgarré, por ejemplo. Y otra cosa: ninguno trabaja en puntas de pie. Están plantados y nunca están listos para salir. Con los guantes desarrollados que tienen, la pelota, prácticamente, no les gira en las manos, ¡son guantes imán! y, encima, ¡se les escapa! No los entiendo...
-Usted enfrentó a grandes delanteros, ¿quién fue el más difícil?
-Para mí, el delantero más difícil era el que mejor dominaba la pelota; el “shoteador” o goleador era más previsible. El tema era cuando el delantero dominaba la pelota, ese te hacía sufrir. Pelé era uno de esos, pero hubo muchos más. ¿Sabés lo que era salir a defender el arco contra Garrincha, Didí, Pepe o Gerson? ¡Frente a Puskas! Hoy cualquiera le hace un gol a un arquero.
-¿Qué condiciones tiene que tener un buen arquero?
-Les soy sincero. Hoy piden arqueros altos ¿no? Bueno, yo digo que más altos son, más pelotudos son. ¡No salen en los córners con más de un metro noventa de altura!Es insólito. Les hacen goles de emboquillada porque no trabajan la colocación en el área. Veo los entrenamientos de los arqueros y hoy se tiran por encima de una cinta, vuelan dos o tres veces y, después, ya están con los brazos en jarra. No quieren más ‘lola’. Nosotros nos reventábamos trabajando. Entrenábamos con el plantel y después nos agarraba el preparador físico. Lo hacíamos por vocación. Hoy, los chicos terminan la práctica y disparan. Andá a decirle a un pibe que haga 200 abdominales después del entrenamiento. ¡A los arqueros les falta atajar!
Roma se enfurece, como expresando la impotencia que le genera no estar en condiciones de atajar. Piensa sobre la bronca que acaba de exponer y retoma la charla: “Me sigo haciendo mala sangre, porque el fútbol cambió mucho. Si hoy fuese joven no sé si elegiría el fútbol como profesión”.
-¿Qué lo llevó a dedicarse al fútbol?
-Yo tenía 18 años y nunca había jugado a la pelota. Empecé porque en el trabajo organizamos un equipo y, como era grandote, me pusieron de nueve. Era un tronco, pateaba los adoquines. Un entrenador de Ferro me llamó y cuando fui a probar dijo que vaya al arco. No sabía un carajo de ser arquero. Jugué contra unos delanteros fenomenales. Atajé bien y me hicieron firmar. Mi papá no quería saber nada. Cuando llegué a casa todo lastimado por cómo me había revolcado en la prueba, me metió un ‘mamporro’ terrible porque había roto la ropa. Después aflojó. Eso sí, no tenía que dejar de trabajar y en tren nomás a entrenar si quería seguir jugando. Eran otros tiempos...
-¿Cómo era un plantel en su época?
-El grupo era distinto. Nos juntábamos con nuestras señoras, no existía el verso de la concentración. Cada vez que concentrábamos, por ejemplo con la Selección, ‘boludeábamos’ todo el tiempo. Es decir, servía más quedarse en casa. Nosotros, como grupo, éramos una familia. Terminábamos el entrenamiento y nos quedábamos con los hinchas. Ves a las estrellas de hoy y nadie se para a saludar al hincha. Te indigna. No les importa nada.


El grabador se detiene y ya no absorbe ningún sonido. Roma está en silencio como pensando en su reflexión final. Actualmente, sigue casado con la misma mujer de siempre y disfruta de los hijos y los nietos, alejado del fútbol.
Agradece no haber tenido que explicar lo que pasó en el penal a Delem: “ese tema me tiene podrido”, se queja. Luego, más sereno, entre irónico y serio, agrega: “Voy a confesar algo: en el penal a Delem, me adelanté”. Y, entre risas, sentencia: “Es una lástima que el grabador ya esté apagado”.

Números Romanos
Antonio Roma comenzó su carrera en Ferro Carril Oeste en 1955, donde jugó hasta 1959. Junto a Silvio Marzolini fue transferido a Boca Juniors. Allí debutó el 3 de abril 1960 contra Estudiantes de La Plata. Defendió el arco de Boca 323 veces y ganó los Campeonatos de 1962, ’64 y ’65, y los Nacionales de 1969 y ’70. Además, logró el récord (aún vigente) de 783 minutos sin goles en contra, con 39 años. Al Tano se lo recuerda por atajarle en 1962, el penal al brasilero Delem, contra River en la anteúltima fecha que fue determinante para la obtención del campeonato de ese año.
Integró la Selección Argentina entre 1956 y 1967 con 42 presencias y participó en dos Mundiales: Chile 62 e Inglaterra 66. Se retiró en 1972, convertido en uno de los grandes ídolos de la historia de Boca.