sábado, 18 de abril de 2009

SI, DISCRIMINARAS.


Los chinos construyeron la Gran Muralla para proteger sus dominios de los bárbaros invasores. Durante la guerra fría se levantó una barrera que cortó al medio a Berlín. En la Franja de Gaza crearon algo similar y, en Brasil, las favelas, están cercadas, recientemente, por paredes de cemento. En cada caso, la división, logro su cometido: disgregó. Separó a los pueblos. A las clases. A las sociedades.
En Argentina, el intendente radical del coqueto San Isidro, Gustavo Posse, no quiso ser menos: “Los delincuentes, hoy día y en todo el área metropolitana, tienen GPS, tienen elementos de comunicación compleja, entonces, si dejamos que nuestras villas, y el resto de los municipios, vuelvan a estar operativas, esta situación se va a tornar insostenible", expresó el funcionario comunal.
¿Qué quiere decir que las villas estén operativas, estimado Posse?
Los chicos de San Fernando, que salían de la escuela, miraban como los municipales cumplían órdenes-con todo el significado que tiene este concepto-y levantaban un muro. Una pared. Un límite. Una expresión en cemento para coartar la libertad.
Los habitantes de San Fernando derribaron los postes con la fuerza de la indignación. Posse, sostiene su idea. Claramente, no quiere que todos seamos iguales. Ser iguales es sinónimo de justicia, y eso es lo que no quiere el alcalde del santo Isidro.
Mientras tanto en Afganistán más de 300 mujeres fueron agredidas por una turba de hombres enfurecidos. La agresión, edificada a base de piedrazos, surgió a raíz de que las mujeres de la minoría shiita reclaman libertad. Las mujeres protestaron en Kabul porque, entre otras restricciones, no pueden negarse a tener relaciones sexuales con su marido. Esta situación es avalada por unanimidad parlamentaria, es decir, el propio parlamento garantiza la violación y el uso de la mujer como objeto. ¡En 2009!
Muchas de las mujeres, vestidas como si fuesen monjas, salieron a la calle. Se organizaron, pese a que en su gran cantidad son analfabetas y debieron esconderse porque los hombres les arrojaron piedras al grito unificado de: “¡Son unas Putas!.
En el reclamo de cese a la discriminación, fueron apedreadas. Insólito.
El propio presidente agfano, Hamid Karzaid que, para variar, es aliado de los EE.UU., firmó la ley que determina la ilegalidad del rechazo a las relaciones sexuales de una mujer para con su marido. Como si no bastara, las mujeres afganas, tienen que pedir permiso para salir de su hogar. Tampoco pueden negarse a maquilllarse o vestirse bien si éste es el deseo de sus maridos.
Para cerrar la semana, en su nuevo programa, Jorge Lanata, invitó al sindicalista Luis D’Elía y al artista Fernando Peña. Ambos invitados se habían peleado, tiempo atrás, en el programa radial de Peña "El Parquímetro". En aquella entrevista radial, D’Elía, que había agredido en Plaza de Mayo a un manifestante que lo insultó por “mercenario”, recibió un particular saludo en el comienzo de la charla: “Hola negro”. El sindicalista devolvió “¿qué haces sorete? Oligarca. Te odio, odio a la puta oligarquía”.
Ayer, hicieron el mismo escándalo, pero por televisión y en el horario central. El escenario fue el canal 26 dominado por Alberto Pierri, quien fue durante diez años, titular de la Cámara de Diputados durante los dos gobiernos de Carlos Menem. El ahora empresario, le dio un espacio a DDT-Detrás De Todo- el nuevo noticiero de Jorge Lanata que acaba de renunciar a Crítica, pelearse con Ricardo Kirschbaum, director de Clarín, y tildar de “estatal” a Página 12.
Allí, Lanata, quiere volver a ser aquel periodista que logró reconocimiento popular en Día D. Sin embargo, en la contienda televisiva, se asemejó más a Jorge Rial, el cínico conductor de espectáculos o, incluso, a la propia versión de sí mismo, que fluctúo hace poco tiempo en el teatro de Revistas. En su programa, D’Elia y Peña, manejaron un pésimo debate devenido en discusiones absurdas, en donde se reafirmaron los rotulos discriminatorios: "Negro"y "Oligarca".
La semana cerró con dos temas: Un chico de 14 años, que intentó robar un auto, jaló seis veces el gatillo y mató al dueño del vehiculo. Fue en Lanús, hasta allí se acercó un Fiscal que ahora está internado porque los vecinos lo fajaron. Los medios, entonces, volvieron a pedir la baja de imputabilidad para los niños.
En Mar del Plata, 200 policías reprimieron con blas de goma y gases lacrimógenos, a los ocupantes del barrio “El Martillo”. Después de extirparlos de sus hogares, los llevaron detenidos y muchos de ellos permancen procesados. Lo dicho: los pobres no tienen derecho a la vivienda.
Entonces, me limito a preguntar qué queda del artículo de la Constitución Nacional que establece claramente: Todos los ciudadanos son iguales ante la ley.
¿O será, como dijo un humorista, que algunos son más iguales que otros?

Criminalización de la pobreza: Brutal desalojo de los Sin Techo

Faltan palabras y sobran sensaciones a la hora de intentar explicar el terrible desenlace de la toma de viviendas del barrio “El Martillo”. Balas de goma, gases lacrimógenos, perros, caballos, infantería, bomberos y más policía. Un despliegue pocas veces visto en la ciudad. Quizás, luego de la IV Cumbre de las Américas, el mayor dispositivo represivo montado, contando desde la reapertura democrática. Ni siquiera en pleno 19 y 20 de Diciembre de 2001 -cuando el pueblo se manifestaba contra el estado se sitio y terminaba con el gobierno de De la Rua- pudo verse tanta cantidad de efectivos uniformados y de civil.
Sin embargo, cabe aclarar, que tamaño dispositivo era para desalojar “pacíficamente”
–según el texto de la orden judicial que planificó la desocupación del predio de viviendas- a cincuenta y cuatro familias.
Algún desprevenido dirá que fuera del predio había un número mayor de personas impidiendo el “normal funcionamiento de la ley”. A ellos cabría explicarles que los artistas, docentes, estudiantes, trabajadores, familias enteras, adolescente, niño, hombres y mujeres; mayores y no tanto que estaban acampando frente al alambrado son los miembros de la Red de Apoyo a las familias sin techo. Ni más ni menos que un importante sector de la sociedad marplatense que decidió apoyar el reclamo legítimo de un conjunto de familias que, cansados de peticionar para que el Estado les garantice uno de los derechos fundamentales contemplados en la Constitución Nacional como es la vivienda, optaron por recuperar un predio de viviendas abandonadas a medio construir.
“Barrio 15 de enero”, rezaba alguna bandera haciendo referencia al nuevo nombre en conmemoración de la recuperación del predio; muy cerca de ese cartel otros tantos más y una serie de carpas que albergaban a quienes se acercaron para evitar que la violencia dijera presente.
No alcanzó. Ante la ceguera de algunos funcionarios y el accionar automatizado de una fuerza que sólo ha causado estragos en la sociedad –recordemos que son los principales señalados en la desaparición de Julio López, entre otras tantos “errores”- , no sirvió el pacífico cordón humano frente al alambrado. Tampoco el pedido desperado de algunos ante el avance sincronizado de los “robocops sin ley” exigiendo que no repriman a las familias. Que había niños y niñas… Oídos sordos y la debacle.
Golpes, corridas, confusión, llantos. Resistencia, lucha, solidaridad.
Y así, no se salvó nadie, periodistas que cumplían con su rol de informar cometieron el pecado de querer hacerlo. Presos.
Abogado que eligieron mal su lugar en el mundo y prefieren defender a los que menos tienen y no ser parte de la corte del Rey. Presos.
Mujeres que se atreven a romper con su supuesto rol natural y deciden luchar por lo que les corresponde, les pertenece y no les es dado. Presas.
Hombres que no pueden ir del trabajo a la casa y de casa al trabajo. Porque no tienen casa, porque no tienen trabajo. Presos
Estudiantes que, además de estudiar, deciden poner a disposición de la sociedad su conocimiento y no enriquecer al empresariado trasnacional. También Presos.
Niñas y niños que ya no quieren jugar más al poli-ladrón. Porque el poli se cansó de buscar al ladrón y se dedica a reprimir familias.
En fin, así son las cosas en esta extraña ciudad sin sentido, donde el Alcalde gobierna en el eter de la radio y en el gris papel de su diario manchado de sangre. Donde el Intendente le pide permiso para poder seguir administrando sus negociados y se toma un tiempito para adularlo y no se olvida de pedirle el favor de lavarle la cara a su gestión cuando los conflictos sociales se le van de la mano. Miente, miente que algo quedará, dijo alguna vez el domador de las mentes del nazismo.
Miente, miente mientras puedas hacerlo. Ineluctablemente, el sol saldrá por el horizonte por más que ellos no quieran y anunciará la mañana. Así, está vez el día se teñirá de fiesta.

Por Juan Carrá

viernes, 17 de abril de 2009

Bicicletas

Ojos,
miran siempre desde lejos
mis ojos, como un agujero negro
solo
como un agujero negro más...
solo, quiero que me dejen solo
y, siento, los dos pies lejos del suelo,
y veo,
quiero que me de alas de verdad.
Solo una vez más
me embarro de esta soledad.
Alguien tiene que pagar.
Solo, quiero que me dejen solo
y, siento, los dos pies lejos del suelo
y veo,
quiero que me de alas de verdad.
Solo una vez más
me embarro de esta soledad.
Alguien tiene que pagar
el precio de esta soledad
alguien tiene que pagar...
¡Siempre abris tu boca y no paras de hablar!
Siempre abris tu boca y no paras,
No paras de hablar...
No paras de hablar...

sábado, 4 de abril de 2009

EL CULTO EQUIVOCADO


Recuerdo cuando la revista "Noticias" instauró el concepto "No se olviden de Cabezas" y, finalmente, la justicia se olvidó de José Luis. Gustavo Prellezo, uno de los actores materiales, Alfredo Yabrán, uno de los autores intelectuales; supieron perfectamente cómo operar. Los dos, de algún modo, permanecen en libertad: Yabrán, que en paz descansa -no sé si en un ataúd o en un confortable sillón- y, Prellezo, que tiene beneficios especiales -Dvd, visitas sin horarios, deseos cumplidos- según Eduardo Coria docente carcelario de la unidad penal n°9, de Lisandro Olmos.
Con el asesinato de Cabezas, los medios de prensa, hicieron fuerza necesaria para que el caso permanezca en la memoria de los argentinos, varios años después de aquel fatídico 25 de enero de 1997.
Diez años -y algunos días- más tarde, Argentina que continuamente se repite en la impunidad, se estremeció otra vez: el mártir fue Carlos Fuentealba asesinado por la tenebrosa polícia neuquina y sus mandamases políticos del gobierno de Jorge Omar Sobisch.
No obstante, a diferencia de lo que ocurrió con el fotógrafo, el asesinato de Fuentealba como tantos otros -Teresa Rodríguez, Darío Kosteky-Maximiliano Santillán, la desaparición de Julio López, etcétera- se los intenta encapsular en el olvido.
Por ejemplo, hoy, 4 de abril, cuándo desperté y compré el diario Página/12, el único periódico en el que tuve diálogo alguna vez, no encontré más que una solicitada de CTERA y ATEN sobre el caso Fuentealba. Por un momento caí en la zoncera de pensar que la línea editorial se le habría escapado el funesto aniversario-de todos modos sería un error irreparable-. Luego, comprendí al hurgar en las páginas webs de otros diarios, que el tema central seguía siendo, tres días despúes, el deceso de Raúl Alfonsín.
El paqueto diario "La Nación", por ejemplo, que en sus archivos editoriales agitó para que Alfonsín entregue el mandato antes de cumplir con su "contrato" social- y lo logró-, habla en sus notas de opinión del "padre de la democracia". La firma editorial del pasquín diseñado para la elite, conceptualiza a Alfonsín como un "gran hombre", "democráta" y el "representante del diálogo".
Permítanme pensar distinto. No quiero olvidar que "el nuevo padre de la UCR" pactó en Olivos lo necesario con Carlos Saúl Menem, negoció las leyes de Obediencia Debida y entregó el poder en circunstancias similares a las de Fernando De la Rúa, con saqueos e hiperinflación. Acaso: ¿no tiene responsabilidad el doctor Alfonsín de que la mayoría de los genocidas caminen libremente aún hoy?.
La Nación continuó: "fue el único Presidente que no tuvo que enfrentar juicios por corrupción". Me pregunto: ¿no es una obligación ética, moral y constitucional la honestidad?.
Hebe de Bonafini, madre de Plaza de Mayo, repartió "fuertes" declaraciones a las que, por otra parte, corroboro: yo tampoco ví, en el cortejo fúnebre de el ex Presidente, obreros, trabajadores y gente de las clases bajas.
Tal vez, esto sea un indicador que explique para quién gobernó Raúl Alfonsín que no pudo sostener su oposición ni al Fondo Monetario Internacional-FMI-, ni frente a la Iglesia, ni mucho menos, pudo plantarsele a los militares. ¿Dónde estuvo Raúl Alfonsín entre 1976 y 1983?
Dos años después del asesinato de Fuentealba, Argentina, rinde el culto equivocado.
Mientras que los docentes en Río Negro y Neuquén levantan las banderas de Fuentealba y siguen enseñando el significado de la lucha, manteniendo la idea de no nivelar hacia abajo, de querer UN FUTURO MEJOR DE VERDAD, los diarios argentinos veneran a un muerto que ya descansa en el bello cementerio de Recoleta.
Sin embargo, los héroes de este mundo, los maestros de la lucha y el diálogo, de la educación plural e integradora ya no gozan ni siquiera del derecho a la muerte: son asesinados, mutilados, apilados y sepultados en las morgues del olvido.

UNA FUSILACIÓN ARGENTINA
Ahora, los argentinos asesinamos a maestros. Después de la célebre “desaparición de personas”, llamada la “Muerte Argentina”, nos gusta el detalle y nos especializamos en docentes. Un ejemplo para el mundo. Sí, la verdad que somos originales, no sólo podemos mostrar a la faz de la tierra un ejemplar de nuestro orgullo, como Maradona, sino también esto: reprimir con tiros por la espalda a docentes. Porque sí, en todo el mundo se reprime a los movimientos del pueblo, sin ninguna duda, pero cuesta encontrar justamente esto de reprimir a docentes.
Ya teníamos un campeón en esto, Romero, el de Salta, a quien dedicamos más de una contratapa, con sus antecedentes de meterles agua fría, gases y balazos de goma. Y que pedimos más de una vez a los intelectuales peronistas que iniciaron un movimiento de criticar con dolor esta aberración. Y que pidieran a su partido la expulsión de ese ofensor de las leyes no escritas de la Etica en el trato para los segundos padres de nuestros hijos. No, no lo hicieron y ahora vuelve a repetirlo, otra vez, el gobernador Romero. Es su especialidad. Pensar esto en la tierra de la música y los cantares. Salta. Qué increíble.
Pero hay alguien que ha querido superarlo. Sobisch se llama. Y batió el record. Mató al mejor. Fuentealba. Fuente Alba. Sobisch le ganó al maestro Fuente Alba. Tiro en la nuca y ya está. Puso en primera fila a su mejor representante: el cabo primero José Darío Poblete, con los mejores títulos como antecedentes: torturador conocido que no se privaba de nada, hasta le pegaba a su mujer. La vanguardia del ejército de Sobisch. Historia de la crueldad argentina.
¿Y por qué no puede hacer eso, Sobisch? ¿Acaso Yrigoyen no reprimió a balazo limpio a los peones rurales patagónicos, a los obreros que pedían las ocho horas de trabajo de la Semana Trágica, y a los hacheros de La Forestal? ¿Y los radicales dijeron algo, acaso? No, de eso no se habla. Alfonsín respondió a la televisión española sobre las huelgas patagónicas: “No me consta”. Ya está. Hay que mirar para adelante. ¿Y qué hicimos los argentinos cuando a uno de nuestros peores criminales sonrientes, el general Bussi, le permitimos presentarse en democracia, sí, en democracia, a elecciones y, peor aún, lo eligió gobernador el pueblo de Tucumán? ¿Quién es más culpable, el pueblo –no todos por supuesto, pero sí la mayoría que lo votó– de Tucumán o Bussi? ¿Y quiénes votaron a Sobisch? ¿Sabiendo cómo piensa desde siempre y conociendo sus lineamientos absolutamente basados en la ley del más fuerte y del más codicioso? ¿Tiene la culpa Sobisch o la mayoría del pueblo neuquino que lo eligió? ¿A pesar de haber escuchado durante décadas en esas latitudes a ese ser inigualable en su grandeza y generosidad: el obispo De Nevares? En todos sus mensajes De Nevares alertó sobre la violencia del poder que siempre, siempre, en la historia fue contestada por la rebeldía de los justos.
Sobisch y Romero siguieron la línea marcada por Rico, Patti, Bussi, Blumberg, y ahora tienen esa realidad. Entonces, la bala como solución. La misma solución que apoyan suavemente por ahora, candidatos que se fotografían sonrientes con pobres niñas de las villas miseria. Para salvarse, Sobisch redactó esa solicitada lamentable donde se nos aparece con la teoría de los dos demonios: compara a Fuente Alba con los dos policías muertos por malhechores en el Gran Buenos Aires. No, eso es fácil. Sí, es la famosa teoría de los dos demonios con la que los legisladores de la Obediencia Debida y Punto Final quisieron interpretar todo. Dos demonios. Nunca más pero mirando hacia delante.
El justificativo de Sobisch es demasiado ingenuo para creérselo. Compara, como decimos, al docente Fuente Alba con los dos policías muertos por malhechores. Justamente es todo lo contrario: los dos policías fueron muertos por la violencia producida por el sistema, donde hay desigualdades extremas como en nuestra Argentina, en la que hay miles de adolescentes criados en el hambre y la desocupación (¡qué violencia es ésa, la peor y las más injusta de todas!). Siempre va a haber delincuentes en un sistema de reparto injusto. Hemos tenido siempre, en este sistema, una policía que reprime a los violentos de la pobreza, pero esa policía se prosterna ante los poderosos y acepta sus dádivas por la espalda. Nadie aprueba que un joven salido de la miseria mate a un policía, pero es algo que va a ocurrir siempre en una sociedad y en un mundo que favorece al que ostenta el poder –en todas sus formas– y humilla al humilde. Dice Sobisch, estableciendo una interpretación sociológica salida de los corrillos de Wall Street: “Me duele la muerte del docente neuquino a manos de un policía. También me duele la muerte de los dos policías, en Caballito y Saavedra el día 9 de abril, a manos de delincuentes”. Claro, así es fácil. A todos nos duele la muerte. ¿Pero qué tiene que ver una cosa con la otra? El la usa como contrapartida. Es decir, compara la víctima de un lado los homicidas del otro. Como diciendo sí, está esto, pero fíjense, está también aquello. Es decir, que tendríamos que cerrar esos casos y decir: sí es cierto, por eso unámonos, miremos hacia adelante y recemos.
No, no es así. Fuente Alba fue a reclamar por algo que tiene que ser la base de todo respeto en nuestra sociedad: la dignidad de los que enseñan a las nuevas generaciones. La bella gente: los docentes. Una sociedad que humilla a sus docentes es una sociedad hipócrita, sórdida, usurera. Es la que tiene como ídolos y admira con sonrisa abierta a los verdaderos triunfadores de esta sociedad capitalista, de los que ayer se publicaron sus fortunas: el mexicano Carlos Slim, metido en los negocios telefónicos de la Argentina, declaró una fortuna de 53.100 millones de dólares, apenas un poquito menos que Bill Gates. Y sigue la lista.
Cerremos los ojos y pensemos lo que significa esa cantidad de dinero. Mientras tanto, millones de niños tienen hambre, millones de seres humanos no tienen trabajo, se los humilla hasta el hartazgo a nuestros docentes, el mundo se envenena cada vez más con la producción irracional y Bush sigue matando niños en Irak, los fabricantes de armas sonríen ante las ganancias. Sobisch cree que esto es la democracia y procede así. Sobisch, educado en el colegio de los salesianos, el Don Bosco. Este último dato ya como ironía siniestra, o no.
La muerte del maestro por un sicario bestial que se debe haber sentido muy importante cuando recibió la orden de reprimir, supera como símbolo todo lo más deleznable. No puede haber nada más simbólico de lo abyecto. Ojalá inspire a nuestros artistas de formas e imágenes, sólo ellos pueden representar el más inmenso dolor humano. Las palabras no alcanzan. No, el pueblo de Neuquén no puede permitir seguir siendo “gobernado” por Sobisch, tiene que decirle definitivamente que se vaya. Jugó, en su propia sed desmesurada de poder; se sintió el que maneja todas las teclas, y perdió para siempre. Usted, Sobisch, asesinó al mejor maestro. El último proyecto de ese maestro fue llevar la escuela a los albañiles. Mientras los magnates viajan en autos cada vez más pesados que envenenan más y más el ambiente, Fuente Alba quería llevar la escuela a los albañiles. Sueños. Sueños, sí, pero peligrosos. Mejor meterle un tiro en la nuca.Una fusilación argentina. En tierras patagónicas. No aprendimos nada. Fusilamos a las peonadas en 1921, los gauchos de la tierra. Ahora, a los docentes. Y así herimos en el alma a nuestros propios niños. Sobisch no puede seguir. Si continuara sería una inmoralidad. El pueblo neuquino no puede vivir en la inmoralidad. Tiene que inundar las calles con la protesta noble. Las palabras y los pasos. Y enlazando con cada uno de sus brazos los brazos de un docente de Neuquén, de Salta, de Santa Cruz.

por Osvaldo Bayer.

viernes, 3 de abril de 2009

LA MEMORIA

Los viejos amores que no están,
la ilusión de los que perdieron,
todas las promesas que se van,
y los que en cualquier guerra se cayeron.
Todo está guardado en la memoria,
sueño de la vida y de la historia.
El engaño y la complicidad
de los genocidas que están sueltos,
el indulto y el punto final
a las bestias de aquel infierno.
Todo está guardado en la memoria,
sueño de la vida y de la historia.
La memoria despierta para herir
a los pueblos dormidos
que no la dejan vivir
libre como el viento.
Los desaparecidos que se buscan
con el color de sus nacimientos,
el hambre y la abundancia que se juntan,
el mal trato con su mal recuerdo.
Todo está clavado en la memoria,
espina de la vida y de la historia.
Dos mil comerían por un año
con lo que cuesta un minuto militar
Cuántos dejarían de ser esclavos
por el precio de una bomba al mar.
Todo está clavado en la memoria,
espina de la vida y de la historia.
La memoria pincha hasta sangrar,
a los pueblos que la amarran
y no la dejan andar
libre como el viento.
Todos los muertos de la A.M.I.A.
y los de la Embajada de Israel,
el poder secreto de las armas,
la justicia que mira y no ve.
Todo está escondido en la memoria,
refugio de la vida y de la historia.
Fue cuando se callaron las iglesias,
fue cuando el fútbol se lo comió todo,
que los padres palotinos y Angelelli
dejaron su sangre en el lodo.
Todo está escondido en la memoria,
refugio de la vida y de la historia.
La memoria estalla hasta vencer
a los pueblos que la aplastan
y que no la dejan ser
libre como el viento.
La bala a Chico Méndez en Brasil,
150.000 guatemaltecos,
los mineros que enfrentan al fusil,
represión estudiantil en México.
Todo está cargado en la memoria,
arma de la vida y de la historia.
América con almas destruidas,
los chicos que mata el escuadrón,
suplicio de Mugica por las villas,
dignidad de Rodolfo Walsh.
Todo está cargado en la memoria,
arma de la vida y de la historia.
La memoria apunta hasta matar
a los pueblos que la callan
y no la dejan volar
libre como el viento.

Por Raúl Alberto Antonio Gieco. "León".

Rearmando a Maradona


Todo lo que toca lo convierte en historia. Aunque gane o pierda Maradona da resultados a las arcas de la Asociación del Fútbol Argentino-AFA-. Le pusieron el bastón de Carlos –más Salvador que nunca- Bilardo para evitar algún papelón, como si el doctor no demostrará que en sí mismo es un bochorno cada vez que habla. Esta vez, no fue la excepción: el deté de la Selección Argentina sufrió un cachetazo histórico.
El Diego jugador jamás, dentro del rectángulo de verde césped, se morfó una goleada de este tipo. Sin embargo, Bolivia le ganó con altura.
Si un hincha apostaba de antemano que la “celeste y blanca” perdía con Bolivia 6 a 1, lo hubiesen bañado de carcajadas. Nadie imaginó el set del miércoles…
Mucho menos los jugadores que no podían mirar a los ojos a Diego. Como tampoco pudieron tomar las marcas o encontrar respiro a los ataques -casi de asma- que proponían Joaquín Botero o Alex Da Rosa -de genuina nacionalidad brasilera-.
La Selección no encontró la inyección de adrenalina. Dio la sensación que los jugadores que entraron al terreno de juego se veían por primera vez en su vida. Y esa sensación fue más fuerte, incluso, que la teoría del jugador número doce en qué se convierte la altura cada vez que un seleccionado visita La Paz.
Parafraseando al gran Paco Urondo, este técnico mostró un equipo como “bola sin manija”, que rodó en el terreno de juego, como si fuese la pelota de un metegol que se desplaza enloquecida cuando algún desubicado le levanta las patas que sostienen el terreno. La pelota volvía como si la cancha estuviese inclinada.
En esta situación, Carrizo encontró otro parecido con el gran Amadeo: se llevó la segunda goleada má grande de la historia Argentina. Demichelis y Heinze residieron anclados en el borde del área. Zanetti y Papa, caminaron por las rayas laterales como si fuesen una cámara televisiva que se mueve en un plano travel. Mascherano y Gago quedaron tan lejos de los defensores, como de los carrileros, Rodríguez y González. Tevez estuvo esparcido en el ataque, desinflado y exiliado de las acciones de ofensiva. Lionel Messi demostró que sólo es una máquina en la Play Station y que en el ámbito terrenal la estirpe de crack cuesta un tanto más demostrarla. No pudo hacer ningún Lío de los que nos tiene acostumbrados.
“La Pulga”, que en el diario del domingo copó las páginas amarillas de Olé, aclamó que “la diez no le pesaba” y tan sólo tres días después, se desplomó por el peso de la responsabilidad. Jugó bien tan temprano que ya no tiene derecho a hacer experiencia. El ‘Mesías’ de Barcelona, pifió en la declaración alegórica acerca de la imposibilidad de jugar en la altura paceña. El empírico triunfo del seleccionado de Chile, en la fecha pasada de las eliminatorias, le muerde un cacho de razón al rosarino.
Por su parte, el cada vez más histriónico, Horacio Pagani, gritó en la mesa del mediodía, que a la Selección le falta identidad, lo dijo después de Venezuela, lo que afianza su razón. Marcelo Palacios, que no se sabe si es periodista o empleado de prensa de Maradona, defiende a Diego excusando que no es un partido analizable. Si algún miembro del seleccionado boliviano, que preservó siete titulares para el partido contra Argentina, que planificó la estrategia de patear desde dónde sea y mantuvo la astucia de atacar sostenidamente, escuchara este tipo de declaraciones, a mínimo, se enojaría. O se divertiría demasiado. Total, fueron ellos los que hicieron historia, esta vez.
Si Diego Maradona, fuese Alfio Basile, este uno/seis le costaría el destierro del país. Y si dejo de lado el amor de hincha que tengo. Y si aniquiló la subjetividad. Y si no me importa más que la justicia de calificar al técnico del seleccionado imparcialmente, me obligo a mí mismo a decir que el cuerpo técnico subestimó la altura. Qué armó un medio campo sin juego asociado, con pocos relevos y con las líneas alejadas, tan lejanas como el resultado final. Qué los centrales parecían laterales y los laterales espectadores. Qué los delanteros ni siquiera estaban adelante, sino que perdidos se extinguían en el campo (ni siquiera pudieron percibir las obscenas fallas de la defensa rival).
Bolivia hizo su juego con altura. No mostró esa performance en su historia, pero podía ocurrir, en una de esas. Como cuando se destapó Colombia en el Monumental. Era una probabilidad que no se tomó en cuenta.
Argentina, como siempre, fue un crisol de identidades que nunca nos convierte en lo que queremos ser. Tanto talento esparcido que sin planificación se ahogó. Tantos recursos que Argentina se abona a la subestimación. Pareciera que no nos bastó con la final de la Davis, en tenis.
Alguien nos salvará. Esa es la esperanza: Fue Diego, en su momento. Ahora tiene que ser Messi. Tuvo que ser Verón y los obtusos hoy lo abuchean. Riquelme ya no será…
Maradona tendrá que replantearse varias actitudes sino quiere que su corazón delator no reciba más puñales y su cuerpo se desplome en la lona.
Esperemos que el entrenador pueda ponerse de pie y logre, cómo en el cuento de José Pablo Feinman, una especie de Dieguito rearmando a Maradona. Por el bien de él. Por el bien de la Selección de todos.

jueves, 2 de abril de 2009

"Las Malvinas, un año después"


Un soldado argentino que regresaba de las Islas Malvinas al término de la guerra llamó a su madre por teléfono desde el Regimiento I de Palermo en Buenos Aires y le pidió autorización para llevar a casa a un compañero mutilado cuya familia vivía en otro lugar. Se trataba —según dijo— de un recluta de 19 años que había perdido una pierna y un brazo en la guerra, y que además estaba ciego. La madre, feliz del retorno de su hijo con vida, contestó horrorizada que no sería capaz de soportar la visión del mutilado, y se negó a aceptarlo en su casa. Entonces el hijo cortó la comunicación y se pegó un tiro: el supuesto compañero era él mismo, que se había valido de aquella patraña para averiguar cuál sería el estado de ánimo de su madre al verlo llegar despedazado.
Esta es apenas una más de la muchas historias terribles que durante estos últimos doce meses han circulado como rumores en la Argentina, que no han sido publicadas en la prensa porque la censura militar lo ha impedido, y que andan por el mundo entero en cartas privadas recibidas por los exiliados. Hace algún tiempo conocí en México una de esas cartas, y no había tenido corazón para reproducir algunas de sus informaciones terroríficas. Sin embargo, revistas inglesas y norteamericanas celebraron este dos de abril el primer aniversario de la aplastante victoria británica, y me parece injusto que en la misma ocasión no se oiga una voz indignada de la América Latina que muestre algunos de los aspectos inhumanos e irritantes del otro lado de la medalla: la derrota argentina. La historia del joven inválido que se suicidó ante la idea de ser repudiado por su madre, es apenas un episodio del drama oculto de aquella guerra absurda.
Ahora se sabe que numerosos reclutas de 19 años que fueron enviados contra su voluntad y sin entrenamiento a enfrentarse con los profesionales ingleses en las Malvinas, llevaban zapatos de tenis y muy escasa protección contra el frío, que en algunos momentos era de 30 grados bajo cero. A muchos tuvieron que arrancarles la piel gangrenada junto con los zapatos y 92 tuvieron que ser castrados por congelamiento de los testículos, después de que fueron obligados a permanecer sentados en las trincheras. Sólo en el sitio de Santa Lucía, 500 muchachos se quedaron ciegos por falta de anteojos protectores contra el deslumbramiento de la nieve.
Con motivo de la visita del Papa a la Argentina, los ingleses devolvieron mil prisioneros. Cincuenta de ellos tuvieron que ser operados de las desgarraduras anales que les causaron las violaciones de los ingleses que los capturaron en la localidad de Darwin. La totalidad debió ser internada en hospitales especiales de rehabilitación, para que sus padres no se enteraran del estado en que llegaron: su peso promedio era de 40 ó 50 kilos, muchos padecían de anemia, otros tenían brazos y piernas cuyo único remedio era la amputación, y un grupo se quedó interno con trastornos psíquicos graves.
“Los chicos eran drogados por los oficiales antes de mandarlos al combate”, dice una de las cartas de un testigo. “Los drogaban primero a través del chocolate, y luego con inyecciones, para que no sintieran hambre y se mantuvieran lo más despiertos posible”. Con todo, el frío a que fueron sometidos era tan intenso que muchos murieron dormidos. Tal vez fueron los más afortunados porque otros murieron de hambre tratando de extraer la pasta de carne que se petrificaba dentro de las latas. En este sentido, mucho es lo que se sabe sobre la barbarie de la logística alimenticia que los militares argentinos practicaron en las Malvinas. Las prioridades estaban invertidas: los soldados de primera línea apenas si alcanzaban a recibir unas sardinas cristalizadas por el hielo, los de la línea media recibían una ración mejor, y en cambio los de la retaguardia tenían a veces la posibilidad de comer caliente. Frente a condiciones tan deplorables e inhumanas, el enemigo inglés disponía de toda clase de recursos modernos para la guerra en el círculo polar. Mientras las armas de los argentinos se estropeaban por el frío, los ingleses llevaban un fusil tan sofisticado que podía alcanzar un blanco móvil a 200 metros de distancia, y disponían de una mira infrarroja de la más alta precisión. Tenían además trajes térmicos y algunos usaban chalecos antibalas que debieron ocasionarles trastornos mentales a los pobres reclutas argentinos, pues los veían caer fulminados por el impacto de una ráfaga de metralla, y poco después los veían levantarse sanos y salvos y listos para proseguir el combate. Las tropas inglesas estaban una semana en el frente y luego una semana a bordo del “Canberra”, donde se les concedía un descanso verdadero con toda clase de diversiones urbanas en uno de los parajes más remotos y desolados de la Tierra.
Sin embargo, en medio de tanto despliegue técnico, el recuerdo más terrible que conservan los sobrevivientes argentinos es el salvajismo del batallón de “gurkhas”, los legendarios y feroces decapitadores nepaleses que precedieron las tropas inglesas en la batalla de Puerto Argentino. “Avanzaban gritando y degollando”, ha escrito un testigo de aquella carnicería despiadada. “La velocidad con que decapitaban a nuestros pobres chicos con sus cimitarras de asesinos era de uno cada siete segundos. Por una rara costumbre, la cabeza cortada la sostenían por los pelos y le cortaban las orejas”. Los “gurkhas” afrontaban al enemigo con una determinación tan ciega que de 700 que desembarcaron sólo sobrevivieron setenta. “Estas bestias estaban tan cebadas que una vez terminada la batalla de Puerto Argentino, siguieron matando a los propios ingleses hasta que éstos tuvieron que esposar a los últimos para someterlos”.
Hace un año, como la inmensa mayoría de los latinoamericanos, expresé mi solidaridad con Argentina en sus propósitos de recuperación de las Islas Malvinas, pero fui muy explícito en el sentido de que esa solidaridad no podía entenderse como un olvido de la barbarie de sus gobernantes. Muchos argentinos e inclusive algunos amigos personales, no entendieron bien esta distinción. Confío, sin embargo, en que el recuerdo de los hechos inconcebibles de aquella guerra chapucera nos ayude a entendernos mejor. Por eso me ha parecido que no era superfluo evocarlos en este aniversario sin gloria. Como nunca me parecerá superfluo preguntar otra vez y mil veces más —junto a las madres de la Plaza de Mayo— dónde están los ocho mil, los diez mil, los quince mil desaparecidos de la década anterior.

Por Gabriel García Márquez

Publicado en 1983- En “Notas de Prensa 1980-84”.

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http://www.perfil.com/contenidos/2007/04/04/noticia_0019.html