Son pulgas que pican y molestan. Se mueven y saltan.
Vuelan. No se ven. Dan vueltas. Una acá. Otra allá. ¡Pim, pam, pum!
El Barcelona se llenó de pulgas. ¿Alguien pudo contra una de ellas alguna vez? Mucho menos contra once…
Es imposible: un ejército de pulgas que se multiplican y pinchan a las defensas férreas, hasta erosionarlas. Como si fuesen termitas. Comen los pies. Muerden las raíces. Te ganan.
Pero hay una sola que se destaca entre todas. La diferente: La pulga atómica, sin dudas, es Lionel Messi.
Es cierto, literalmente, hay que crear un párrafo aparte para Xavi o el “cerebro” Iniesta. Oración mediante para “Samy” Eto’o que definió como Romario en el primer gol de la final de Champions League o el gran “Titi” Henry que siempre comprendió a Messi en el concepto futbolístico.
Sin embargo, más allá de estos fenómenos, que no salen de a montones sino que surgen esporádicamente, hay que explicar que ayer frente al fluido Manchester United -ácido que no surtió efecto-, Messi fue el cursor de un mousse. Se movió por toda la pantalla como los cracks de antes. Por caso: ¿Adónde jugaba Garrincha? En ningún lado. Pegado a la raya, si; pero: ¿A cuál de todas?
Barcelona logró el fútbol de la libertad. Con su deté, “Pep” Guardiola, sólo orientando al grupo: los defensores recuperando las temperas, los volantes de recuperación alcanzando los pinceles, los creativos pintando y los delanteros colgando el cuadro.
Un equipo. Once jugadores con el ego de una pulga. Cooperando, siendo solidarios ente sí. Con siete pulgas en el banco esperando brincar a la cancha. Un grupo.
Así lograron hacer historia. Dando espectáculo. Porque esto también es fútbol. Aunque el Barza reembolse 153 millones de euros y Manchester 90 millones sólo por perder. Más allá de todo lo nefasto que envuelve a este deporte, dentro de la cancha, cuando la pelota empieza a rodar, el hincha quiere disfrutar.
Ayer, degustó un banquete. Cada vez ocurre menos, pero esta vez se lo debe a unas pulgas y a Messi…En el día que de Mesías pasó a ser rey.
Vuelan. No se ven. Dan vueltas. Una acá. Otra allá. ¡Pim, pam, pum!
El Barcelona se llenó de pulgas. ¿Alguien pudo contra una de ellas alguna vez? Mucho menos contra once…
Es imposible: un ejército de pulgas que se multiplican y pinchan a las defensas férreas, hasta erosionarlas. Como si fuesen termitas. Comen los pies. Muerden las raíces. Te ganan.
Pero hay una sola que se destaca entre todas. La diferente: La pulga atómica, sin dudas, es Lionel Messi.
Es cierto, literalmente, hay que crear un párrafo aparte para Xavi o el “cerebro” Iniesta. Oración mediante para “Samy” Eto’o que definió como Romario en el primer gol de la final de Champions League o el gran “Titi” Henry que siempre comprendió a Messi en el concepto futbolístico.
Sin embargo, más allá de estos fenómenos, que no salen de a montones sino que surgen esporádicamente, hay que explicar que ayer frente al fluido Manchester United -ácido que no surtió efecto-, Messi fue el cursor de un mousse. Se movió por toda la pantalla como los cracks de antes. Por caso: ¿Adónde jugaba Garrincha? En ningún lado. Pegado a la raya, si; pero: ¿A cuál de todas?
Barcelona logró el fútbol de la libertad. Con su deté, “Pep” Guardiola, sólo orientando al grupo: los defensores recuperando las temperas, los volantes de recuperación alcanzando los pinceles, los creativos pintando y los delanteros colgando el cuadro.
Un equipo. Once jugadores con el ego de una pulga. Cooperando, siendo solidarios ente sí. Con siete pulgas en el banco esperando brincar a la cancha. Un grupo.
Así lograron hacer historia. Dando espectáculo. Porque esto también es fútbol. Aunque el Barza reembolse 153 millones de euros y Manchester 90 millones sólo por perder. Más allá de todo lo nefasto que envuelve a este deporte, dentro de la cancha, cuando la pelota empieza a rodar, el hincha quiere disfrutar.
Ayer, degustó un banquete. Cada vez ocurre menos, pero esta vez se lo debe a unas pulgas y a Messi…En el día que de Mesías pasó a ser rey.
No hay comentarios:
Publicar un comentario