martes, 26 de mayo de 2009

Entrevista Antonio Roma


No anda con chiquitas

Antonio Roma, el ex arquero de Boca que contuvo el mítico penal a Delem, declaró contra su propia contextura física y les dio duro a los arqueros de hoy: “más altos son los arqueros, más pelotudos son”.

Todos los caminos conducen a Roma, si se trata de Villa Lugano. Allí, en la esquina de Murgueondo y Santander, con la puntualidad de los señores mayores, espera el “Tarzán italiano”, ese hombre que defendió el arco de Boca en 323 oportunidades y a la Selección Argentina en dos mundiales (1962 y 1966).
El tipo en cuestión es Antonio Roma, el vecino de Lugano que pasó allí los 76 años de su vida. La gente aún lo reconoce: “Antonio :¡cómo se salvaron el domingo!”le grita, con respeto, un hincha de River, post superclásico. “¿Sabes cuántas veces les gané?”, le devuelve con una retórica el Tano, que después va más allá: “A mí no me hacían el gol que se comió el Pato”.
Luego, el hombre que supera el metro ochenta, se sube a su Peugeot 505, elegante como todo auto viejo, pero con cicatrices que delatan más de veinte años. Sin embargo, Tarzán lo defiende: “Este auto es un fierro. Hace poco choqué y me salvé gracias a lo duro que es” y, entre risas, compara: “Es como yo”.
La palanca de cambios está llena de figuritas de Boca, y el tapizado se mantiene pulcro como el viejo Roma. Por los vidrios se perciben las calles de Lugano que están a la miseria y el Tano, casi sin querer, se mete en la entrevista:
-Si me preguntan cómo era el barrio antes, les digo que parecen dos lugares distintos. La pobreza es notoria y los afanos, cotidianos. Hoy, los pibes en la esquina se juntan a tomar, nosotros sólo jugábamos... cambió todo.
-¿También cambió el futbolista?
-El jugador de fútbol era distinto, no lo llevabas por delante así nomás. A nosotros nos daba vergüenza estar tirados en el pasto, por ejemplo. Es inentendible lo que ocurre ahora. Dejé de ir a la cancha porque me hago mala sangre. Hoy se tiran codazos para lastimarse, se acabaron los códigos. Nosotros sabíamos que éramos colegas y que tirarse en el suelo era de maricas.
-¿Cómo ve a los arqueros actuales?
-Muy mal. Cuando me tocó estar en la primera de Boca iba a buscar centros y no se me escapaba la pelota ni que me mataran. ¡Y no usaba guantes! Hoy los arqueros no salen, no despegan los pies del piso. Nosotros nos apoyábamos en la espalda del rival para propulsarnos.
-¿Ya no ve arqueros como en su época?
-No, antes era otra cosa. No entiendo a los arqueros de hoy, son arqueros de gimnasio, cuando el mejor entrenamiento que uno puede tener es que lo maten a pelotazos. Tienen que trabajar con su propio físico. Yo jugué veinte años al fútbol y nunca me desgarré, por ejemplo. Y otra cosa: ninguno trabaja en puntas de pie. Están plantados y nunca están listos para salir. Con los guantes desarrollados que tienen, la pelota, prácticamente, no les gira en las manos, ¡son guantes imán! y, encima, ¡se les escapa! No los entiendo...
-Usted enfrentó a grandes delanteros, ¿quién fue el más difícil?
-Para mí, el delantero más difícil era el que mejor dominaba la pelota; el “shoteador” o goleador era más previsible. El tema era cuando el delantero dominaba la pelota, ese te hacía sufrir. Pelé era uno de esos, pero hubo muchos más. ¿Sabés lo que era salir a defender el arco contra Garrincha, Didí, Pepe o Gerson? ¡Frente a Puskas! Hoy cualquiera le hace un gol a un arquero.
-¿Qué condiciones tiene que tener un buen arquero?
-Les soy sincero. Hoy piden arqueros altos ¿no? Bueno, yo digo que más altos son, más pelotudos son. ¡No salen en los córners con más de un metro noventa de altura!Es insólito. Les hacen goles de emboquillada porque no trabajan la colocación en el área. Veo los entrenamientos de los arqueros y hoy se tiran por encima de una cinta, vuelan dos o tres veces y, después, ya están con los brazos en jarra. No quieren más ‘lola’. Nosotros nos reventábamos trabajando. Entrenábamos con el plantel y después nos agarraba el preparador físico. Lo hacíamos por vocación. Hoy, los chicos terminan la práctica y disparan. Andá a decirle a un pibe que haga 200 abdominales después del entrenamiento. ¡A los arqueros les falta atajar!
Roma se enfurece, como expresando la impotencia que le genera no estar en condiciones de atajar. Piensa sobre la bronca que acaba de exponer y retoma la charla: “Me sigo haciendo mala sangre, porque el fútbol cambió mucho. Si hoy fuese joven no sé si elegiría el fútbol como profesión”.
-¿Qué lo llevó a dedicarse al fútbol?
-Yo tenía 18 años y nunca había jugado a la pelota. Empecé porque en el trabajo organizamos un equipo y, como era grandote, me pusieron de nueve. Era un tronco, pateaba los adoquines. Un entrenador de Ferro me llamó y cuando fui a probar dijo que vaya al arco. No sabía un carajo de ser arquero. Jugué contra unos delanteros fenomenales. Atajé bien y me hicieron firmar. Mi papá no quería saber nada. Cuando llegué a casa todo lastimado por cómo me había revolcado en la prueba, me metió un ‘mamporro’ terrible porque había roto la ropa. Después aflojó. Eso sí, no tenía que dejar de trabajar y en tren nomás a entrenar si quería seguir jugando. Eran otros tiempos...
-¿Cómo era un plantel en su época?
-El grupo era distinto. Nos juntábamos con nuestras señoras, no existía el verso de la concentración. Cada vez que concentrábamos, por ejemplo con la Selección, ‘boludeábamos’ todo el tiempo. Es decir, servía más quedarse en casa. Nosotros, como grupo, éramos una familia. Terminábamos el entrenamiento y nos quedábamos con los hinchas. Ves a las estrellas de hoy y nadie se para a saludar al hincha. Te indigna. No les importa nada.


El grabador se detiene y ya no absorbe ningún sonido. Roma está en silencio como pensando en su reflexión final. Actualmente, sigue casado con la misma mujer de siempre y disfruta de los hijos y los nietos, alejado del fútbol.
Agradece no haber tenido que explicar lo que pasó en el penal a Delem: “ese tema me tiene podrido”, se queja. Luego, más sereno, entre irónico y serio, agrega: “Voy a confesar algo: en el penal a Delem, me adelanté”. Y, entre risas, sentencia: “Es una lástima que el grabador ya esté apagado”.

Números Romanos
Antonio Roma comenzó su carrera en Ferro Carril Oeste en 1955, donde jugó hasta 1959. Junto a Silvio Marzolini fue transferido a Boca Juniors. Allí debutó el 3 de abril 1960 contra Estudiantes de La Plata. Defendió el arco de Boca 323 veces y ganó los Campeonatos de 1962, ’64 y ’65, y los Nacionales de 1969 y ’70. Además, logró el récord (aún vigente) de 783 minutos sin goles en contra, con 39 años. Al Tano se lo recuerda por atajarle en 1962, el penal al brasilero Delem, contra River en la anteúltima fecha que fue determinante para la obtención del campeonato de ese año.
Integró la Selección Argentina entre 1956 y 1967 con 42 presencias y participó en dos Mundiales: Chile 62 e Inglaterra 66. Se retiró en 1972, convertido en uno de los grandes ídolos de la historia de Boca.

1 comentario:

Elkeaño dijo...

En los tiempos en que Roma jugaba, la sociedad y el fútbol eran mucho más cristalinos. Los jugadores no necesitaban caretear besándose la camiseta, para dar a entender que estan poniendo todo para ganar el partido. Por eso se entiende cierta bronca en las palabras de Roma, porque ahora hay mucha hipocrecía. Saludos Tarzan!!!