jueves, 29 de octubre de 2009

La imprescindible búsqueda del Club Social



“Esta es la época moderna donde triunfa el delincuente,
y el que quiere ser decente es del tiempo de Colón.
Lo cortés pasó de moda, no hay modales con las damas,
ya no se respetan canas ni las leyes ni el poder.
La decencia la tiraron en el tacho 'e la basura
y el amor a la cultura todo es grupo, puro bluff…”*

*Tango: “Barrio Pobre”
Música: Edmundo Rivero
Letra: de Mario Battistella

Fue Dante Panzeri, allá por el ’74, en su libro “Burguesía y Gangsterismo en el deporte” el que citó al poeta Alberto Girri:
“En el fútbol de antaño se ganaba o se perdía; en el fútbol de hoy, nuestros “reyes del estadio”, como los llamaba Monthelart, siempre son “vencedores morales”, una expresión tan ambigua como hipócrita”. Para Panzeri, “¡todo es camelo! El deporte ahora es circo en todos los niveles, es todo mentira”.
A ese periodista deportivo cascarrabias le molestaba la subestimación de los valores: desde el fútbol entendía que la moral, comprendida de aquel modo, no era más que un discurso ganador que no podía triunfar.
El tiempo le dio la razón: los valores se modificaron, los niños ya no juegan al Dinenti con duraznos, ni con el balero armado con latas de conserva o con pelotas rellenas de papel, encerradas en las medias de la abuela. La socióloga Susana Murillo expone que
“ya no se usan los juegos infantiles, el arroz con leche, las escondidas, las estatuas, el hacer y remontar un barrilete. Por ello, es que se disiparon aquellas primeras relaciones colectivas que daban identidad”.
Antes, bastaba con que un niño gritase “mamá me voy al club” para obtener el permiso incondicional de su madre: “De la casa al club y del club a la casa”, era la advertencia. Por caso, para tomar dimensión de la importancia del club en aquellas épocas, se puede comparar las cifras de socios entre uno de los clubes más populares de la historia, Boca Juniors y Sportivo Barracas –hoy Sportivo Barracas Bolívar - que para fines de la década del ’30 contaba con una similar cantidad de socios: tres mil.
Además, se estaba materializando la profesionalización del fútbol que comenzó antes de la fecha oficial de aquel 31 de mayo de 1931. El escritor Eduardo Galeano escenifica bien como surgió el negocio: “Finalmente, se legalizaron los pagos que se hacían por las espaldas y el jugador se convirtió en trabajador”. En consecuencia, el fútbol hizo que el Club Social se limitara a una relación directa con este deporte y, gradualmente, dejara de lado otro tipo de actividades que no le proporcionaban los mismos ingresos económicos.
Es necesario reconstruir la genealogía de los clubes para poder comprender su metamorfosis: el club de barrio nació a principios del siglo XX propulsado por la actividad social de los inmigrantes. Durante las décadas del 20 y 30, surgieron, además, un conjunto de entidades de distinto tipo: sociedades de fomento, asociaciones mutuales, comités de partidos políticos, bibliotecas populares, entre otras.
La vida de los sectores populares se organizó en torno a otros núcleos: el tiempo libre, la familia, el hogar. La mujer trabajadora se volvió participe activa de la vida barrial. Incluso, concurrían a los bailes, muchas veces acompañadas de sus madres y de sus tías. Los hombres se reunían a jugar a las cartas, al billar, a la paleta o las bochas, generándose intensos debates sobre la vida ciudadana.
En oportunidades, al club se entraba soltero y se salía casado, en una escena que muestra la fuerte vinculación social que mantenía el club; principal punto de reunión de los vecinos de todas las edades, generador de un fuerte sentido de pertenencia y espacio de consolidación de lazos de solidaridad entre sus miembros.
Este contexto no fue casual. El historiador Luis Alberto Romero explica que
“las experiencias barriales espontáneas de colaboración y progreso fueron moldeadas por mensajes coincidentes. Tanto desde el Estado como desde los medios de comunicación ejercieron sobre los sectores populares una fuerte presión para la integración”.
Entonces, los clubes tuvieron una etapa de expansión en este proceso avalado por el rol del Estado. Durante los ’50, fue el lugar donde la vida social del barrio se desarrollaba plenamente. En los ’60 y ’70 el club, prácticamente, era el tercer hogar después de la familia y la escuela, donde grandes y chicos se reunían cada fin de semana al compás de la música en las kermeses. Incluso, la actividad en el club obtuvo nuevos sentidos: lo convirtió en espacios de discusión y debate político.
Sin embargo, a mediados de los ’70 empezó su desarticulación y el Club Social entró estratégicamente en decadencia. El país se sumergió paulatinamente en el modelo neoliberal, lo que impulsó prácticas individualistas: con la dictadura militar estaba prohibido organizarse, el terror impuesto como política de Estado lo impedía.
Al compás de estas transformaciones, se profundizó una cultura que privilegió el individualismo así como el debilitamiento de todos los ámbitos de discusión y diálogo colectivo. Hasta allí había llegado la idea de Estado Benefactor: su resquebrajamiento vino desde el modelo neoliberal.
En el libro “Las pasiones y los intereses” de Albert Hirschmann, el autor sostiene que
“la sociedad se corrió hacia un ámbito privado que terminaría su expansión durante el modelo menemista de la década de los ’90. La pasión por ganar dinero se ha legitimado culturalmente: estamos ya en pleno capitalismo, lo que vale a decir que las pasiones han dejado de estar divorciadas de los intereses”.
El periodista Ezequiel Fernández Moores explica que fue Carlos Menem quien practicó quirúrgicamente esta política: “En su cirugía mayor, sin anestesia, el bisturí menemista, partió en dos el cuerpo social”. Fernández Moores, atribuye este escenario a la privatización de todos los recursos nacionales que le pusieron cerrojo a todos los espacios públicos.
En suma, la incidencia de la globalización, la apertura de fronteras en el mercado económico, el desarrollo de la tecnología, la burocratización del poder sindical, los negociados y la corrupción, determinaron las relaciones sociales.
El Club Social comenzó a regirse por las imposiciones económicas, por un nuevo sistema de reglas, por un nuevo orden hegemónico. Actualmente, ya no se concibe una misma propuesta: la acción del Estado, sus aparatos ideológicos y presencia, el papel que tienen los medios de comunicación como formadores de opinión pública y los espacios de desarrollo de la industria cultural no generan lazos de construcción social.
Susana Murillo agrega que
“desde que el avance de la tecnología y la producción cultural en masa se fueron introduciendo en la vida cotidiana, los niños se retrajeron a los departamentos. Paralelamente, los objetos electrónicos reemplazaron a aquellos viejos juegos cargados de fantasía por un reciente encierro o soledad en compañía”.
Ahora, la influencia de la industria cultural por medio de las nuevas tecnologías es categórica. En Historia crítica de la Opinión Pública, el filósofo alemán Jürgen Habermas, se pregunta
“cómo ejercer la libre representación de lo político en un espacio que tiene dominio privado cuyo objetivo no es político, sino económico. La mayoría de los grandes oligopolios privados de comunicación no quiere lisa y llanamente que el Estado se inmiscuya en una actividad en la que creen tener derecho como simples productores de mercancías”.
En efecto, se ha dado desde la crisis de 2001 con mayor profundidad un aniquilamiento del espacio por la velocidad del tiempo: las tecnologías reemplazan los espacios, se va de lo público a lo privado, de lo social a lo individual, de la rayuela, la mancha y la escondida –juegos en grupo-, al chat -individual y sedentario- en donde los gestos se pierden en el universo virtual de las nuevas tecnologías, en donde el concepto de unidad permanece ausente.
Panzeri, tiempo atrás, denunciaba esta pérdida de valores. Hoy, el individualismo se ha vuelto una estrategia que responde a los intereses del sector privado, que segmenta a la sociedad y provoca una exacerbación del egoísmo. Con la desaparición del Club Social se extinguió el viejo modelo de valores: el reconocimiento del otro, la necesidad de unión y el sentido de solidaridad. Y ahora, cada vez que la nostalgia se presenta, la angustiante búsqueda del Club Social es más profunda y a la vez imprescindible.


Alcira Argumedo: “Estamos en la Argentina privada”*

-¿Por qué se perdieron los clubes sociales?
-Se perdieron porque en Buenos Aires se dio una privatización de los espacios públicos en una clara decisión política de blanquear las ciudades y expulsar a la población de menores recursos. Por eso los clubes se fueron disolviendo, rehenes de la desidia de las instituciones y por el ausentismo del Estado en la falta de apoyo sobre aquellos espacios que tenían cierta vitalidad.
-¿Qué responsabilidad tienen los medios de comunicación?
-Los medios cooperaron con la hegemonía neoliberal. Expresaron una concepción del mundo que nos enseña a ser egoístas y a permanecer en una Argentina privada: teléfono privado, electricidad privada, educación privada, clubes privados, medicina privada, barrios privados, seguridad privada.
Esto se debe a que el capitalismo busca conformar elites. Un ejemplo: Puerto Madero y los Countries, que son una búsqueda de segmentación de la ciudad planificada. Estamos en una Argentina privada: un sector social que oscila el 20% que puede tener acceso a lo privado y el 80 % restante de la población se ve privado de estos servicios. Uno, privado en el sentido de privacidad; el otro, en sentido de privación.
Los medios, por supuesto, fueron mercenarios a estos intereses, encerrando en el concepto de inseguridad estos porcentajes. Desde ellos, se conciben plataformas estructurales de exclusión. Los medios exacerban el supuesto carácter imprescindible de lo privado.
-¿Qué otros factores contribuyeron a la desaparición de los espacios públicos?
-La dictadura, la crisis de 2001, cuando se pasó de un 17% la línea de pobreza a un 56% (más de la mitad de la población pobre), la desaparición de la clase media que hoy se conoce como “los nuevos pobres”; claramente son factores que suprimieron la actividad pública. Pero también, hay que decir que los espacios de resistencia social, como por ejemplo los clubes sociales han sido, sistemáticamente, convertidos en espacios públicos privatizados con el fin de la mercancía. Además, los jóvenes tuvieron que dejar el club por ir a trabajar. Esto es lo que más duele: los niños, en la actualidad, en vez de jugar, van a trabajar y eso es lamentable.

*Alcira Susana Argumedo es socióloga y profesora de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires -UBA- e investigadora del CONICET. Diputada nacional electa por la ciudad de Buenos Aires en las elecciones legislativas de 2009 por el movimiento Proyecto Sur.

Trabajo ganador del Concurso Anual Deportea 2009. Publicado en el link:
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