viernes, 23 de octubre de 2009

La droga Maradona



A la Armando: “que la chupen” y que “la sigan mamando”. Sin grises como quiere Diego. Así se despachó después de que el seleccionado haya jugado un partido eficiente pero preocupante y consiga el pasaje a Sudáfrica.
Diego fue Maradona una vez más. Desorbitado, fuera de sí. De ése modo, gritó su último gol en los mundiales frente a Grecia y también mostró un símil festejo trepando el alambrado de la Bombonera cuando metió un intrascendente penal frente a Argentinos Juniors, minutos antes que diera nuevamente positivo su prueba de dopaje.
Lejos de la alegría, la clasificación al mundial dejó más dudas que certezas: Argentina no encontró una identidad de juego, no hizo “la nuestra”, ésa de la picardía y la gambeta, que bien supo defender Maradona como jugador.
Argentina fue un concierto del desconcierto. Cuando Diego gambeteaba era así, no sé sabía qué iba a ocurrir. En este aspecto como técnico se parece al futbolista. No se sabe qué va a hacer, ni qué va a pasar.
Hace un tiempo, José Pekerman, antes de que la Selección pierda con Brasil 3 a 1 en Rosario, declaró al diario País de España que “hemos regresado al modelo vigente en las décadas cincuenta, sesenta, y setenta, cuando el fútbol nacional vivía en la autoindulgencia, librado a la improvisación, y a la aparición espontánea de superdotados. Yo pertenezco a la generación que admiró las hazañas de aquellos individualistas que fracasaban mundial tras mundial…desde hace años, en Argentina predomina la desconfianza en el trabajo y la rentabilidad sin esfuerzo”.
Martín Caparrós, escritor y periodista, también sentó su posición: “(Diego) es un señor que en un año no ha conseguido a armar un equipo que juegue a algo-que por eso le pagan-.un señor que supo poner incómodos a todos los demás con sus gestos y actos que, desde que tomó este trabajo, vaciló y falló como muy pocos. Un señor que consiguió que ya nadie le crea: que dice que está pensando en renunciar y a los dos días pregunta de dónde sacaron que está pensando en renunciar… o sea, un señor que no sabe lo que hace…. “. Además, Caparrós, le pidió al entrenador que “no siga destruyendo su memoria”.
Es que ya no le importa a nadie proteger a Diego. Ni a él mismo. El ex 10 justifica su mandato como deté porque “quiero asumir todos los riesgos”. Y todo el entorno - aureola que no se movió de su lado, un poco adrede otro poco porque Diego fue gran receptor- exprime el mayor rédito posible. Por caso, para FIFA y la AFA Maradona conviene, independientemente del resultado que obtenga en el mundial. Ya tienen el circo montado los jerarcas que organizan el fútbol. Maradona irá a Sudáfrica, será, nuevamente, la droga mediática-comercial que nutre a todos: gobierno nacional, sponsors, diarios, TV, y derivados- sociólogos, opinólogos de turno, sociedad toda-.
Por supuesto, que el Pelusa ya no es aquel chico que en poco tiempo pasó de la Villa Fiorito a Barcelona, el sabe, por ejemplo, qué intereses tiene cuando se sienta junto a la presidenta Cristina Fernández el día que anunció la transmisión pública de los partidos. Sabe que Clarín le pegará por demás, porque detrás de sus críticas están los “K” y desde ése lugar, puede “victimizarse”.
A su vez, Claudio Mauri, periodista, trazó este paralelo: “la soberbia y resentimiento lo llevaron a mostrarse como un pésimo ganador, desbordado por el autoritarismo…Maradona se manejó con las misma lógica de comunicación que aplica el kirchnerismo”.
Desde otra óptica pareciera ser cierto que está de moda criticar a Diego. Hasta Alberto Fernández, ex jefe de Gabinete, dedicó su columna dominical para darle un palazo al flamante entrenador: “me propongo observar críticamente las condiciones técnicas de Maradona para conducir la Selección nacional de fútbol y reprochar abiertamente las bárbaras palabras que ha pronunciado tras el encuentro con Uruguay”. La pregunta que se plantea con respeto es: ¿Qué sabe Fernández de fútbol? No obstante, el abogado, agregó: “Se manifestó de un modo brutalmente grosero y así ha puesto a nuestro país en el banquillo en el que se sientan los enjuiciados por la opinión pública mundial”.
Similar concepto de opinión tuvo una oyente del programa “La venganza será terrible” de Alejandro Dolina cuando le preguntó al conductor: “Estimado Dolina, ¿ya no defiende más a Maradona?” El “Negro” se encargó de la respuesta: “he resuelto –después de un extravío- bancar a Maradona en esto. ¿Sabe por qué? (le respondió a la oyente) por personas cómo usted. La indignación burguesa que sucedió al exabrupto de Maradona fue totalmente patética y asqueante…y esa indignación burguesa me hace ponerme inmediatamente en la vereda de enfrente”. Y entre la ironía y el enojo, concluyó: “¡Oh, la cultura! ¡Nuestro embajador! ¿Qué embajador? Es Diego Maradona viejo. Los que tienen que ser cultos son ustedes no él. Él tiene que dirigir la selección de fútbol”.
Por su parte, el escritor Fabián Casas redefinió esta adición al consumo “maradoneano” como Gordismo. Explicó Casas: “El Gordismo es una forma de vida...practica un sincretismo desaforado: es peronista, guevarista, menemista, capitalista, anticlerical, religioso, medium, esotérico, cavallista y todo lo que se ponga por delante. Los pobres practican el gordismo cuando la única utopía que les queda es poder dar una vuelta olímpica. Y las clases medias practican El Gordismo cuando la único que les importa –caiga quién caiga- es que no le toquen el culo, el cable y sus ahorros. El Gordismo, de esta manera, es conservador…Kirchner es gordista cuando prefiere fútbol free que hambre cero.
El Gordismo tiene vocación de poder, nunca vocación de servicios… el Gordismo es adicto a las cámaras, a los micrófonos”.
Y es en ese Truman Show donde se desenvuelve Diego: Armando polémicas, tirando títulos, dejando a todos panzones porque el morbo es el alimento de la mercancía mediática.
En efecto, Maradona es la droga de los medios y ya no importa si es ilegal, si hace bien o mal, sino lo que vale para los medios/ dealer es consumir para entretener y retorcerlo para vender. En rigor, como explica la prosa de Carlos Solari, a Diego le esnifan la cabeza cada día más, y él se esnifa la cabeza también. Lo complicado es que ya “nada ni nadie lo puede parar”.

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