sábado, 18 de abril de 2009

Criminalización de la pobreza: Brutal desalojo de los Sin Techo

Faltan palabras y sobran sensaciones a la hora de intentar explicar el terrible desenlace de la toma de viviendas del barrio “El Martillo”. Balas de goma, gases lacrimógenos, perros, caballos, infantería, bomberos y más policía. Un despliegue pocas veces visto en la ciudad. Quizás, luego de la IV Cumbre de las Américas, el mayor dispositivo represivo montado, contando desde la reapertura democrática. Ni siquiera en pleno 19 y 20 de Diciembre de 2001 -cuando el pueblo se manifestaba contra el estado se sitio y terminaba con el gobierno de De la Rua- pudo verse tanta cantidad de efectivos uniformados y de civil.
Sin embargo, cabe aclarar, que tamaño dispositivo era para desalojar “pacíficamente”
–según el texto de la orden judicial que planificó la desocupación del predio de viviendas- a cincuenta y cuatro familias.
Algún desprevenido dirá que fuera del predio había un número mayor de personas impidiendo el “normal funcionamiento de la ley”. A ellos cabría explicarles que los artistas, docentes, estudiantes, trabajadores, familias enteras, adolescente, niño, hombres y mujeres; mayores y no tanto que estaban acampando frente al alambrado son los miembros de la Red de Apoyo a las familias sin techo. Ni más ni menos que un importante sector de la sociedad marplatense que decidió apoyar el reclamo legítimo de un conjunto de familias que, cansados de peticionar para que el Estado les garantice uno de los derechos fundamentales contemplados en la Constitución Nacional como es la vivienda, optaron por recuperar un predio de viviendas abandonadas a medio construir.
“Barrio 15 de enero”, rezaba alguna bandera haciendo referencia al nuevo nombre en conmemoración de la recuperación del predio; muy cerca de ese cartel otros tantos más y una serie de carpas que albergaban a quienes se acercaron para evitar que la violencia dijera presente.
No alcanzó. Ante la ceguera de algunos funcionarios y el accionar automatizado de una fuerza que sólo ha causado estragos en la sociedad –recordemos que son los principales señalados en la desaparición de Julio López, entre otras tantos “errores”- , no sirvió el pacífico cordón humano frente al alambrado. Tampoco el pedido desperado de algunos ante el avance sincronizado de los “robocops sin ley” exigiendo que no repriman a las familias. Que había niños y niñas… Oídos sordos y la debacle.
Golpes, corridas, confusión, llantos. Resistencia, lucha, solidaridad.
Y así, no se salvó nadie, periodistas que cumplían con su rol de informar cometieron el pecado de querer hacerlo. Presos.
Abogado que eligieron mal su lugar en el mundo y prefieren defender a los que menos tienen y no ser parte de la corte del Rey. Presos.
Mujeres que se atreven a romper con su supuesto rol natural y deciden luchar por lo que les corresponde, les pertenece y no les es dado. Presas.
Hombres que no pueden ir del trabajo a la casa y de casa al trabajo. Porque no tienen casa, porque no tienen trabajo. Presos
Estudiantes que, además de estudiar, deciden poner a disposición de la sociedad su conocimiento y no enriquecer al empresariado trasnacional. También Presos.
Niñas y niños que ya no quieren jugar más al poli-ladrón. Porque el poli se cansó de buscar al ladrón y se dedica a reprimir familias.
En fin, así son las cosas en esta extraña ciudad sin sentido, donde el Alcalde gobierna en el eter de la radio y en el gris papel de su diario manchado de sangre. Donde el Intendente le pide permiso para poder seguir administrando sus negociados y se toma un tiempito para adularlo y no se olvida de pedirle el favor de lavarle la cara a su gestión cuando los conflictos sociales se le van de la mano. Miente, miente que algo quedará, dijo alguna vez el domador de las mentes del nazismo.
Miente, miente mientras puedas hacerlo. Ineluctablemente, el sol saldrá por el horizonte por más que ellos no quieran y anunciará la mañana. Así, está vez el día se teñirá de fiesta.

Por Juan Carrá

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