viernes, 3 de abril de 2009

Rearmando a Maradona


Todo lo que toca lo convierte en historia. Aunque gane o pierda Maradona da resultados a las arcas de la Asociación del Fútbol Argentino-AFA-. Le pusieron el bastón de Carlos –más Salvador que nunca- Bilardo para evitar algún papelón, como si el doctor no demostrará que en sí mismo es un bochorno cada vez que habla. Esta vez, no fue la excepción: el deté de la Selección Argentina sufrió un cachetazo histórico.
El Diego jugador jamás, dentro del rectángulo de verde césped, se morfó una goleada de este tipo. Sin embargo, Bolivia le ganó con altura.
Si un hincha apostaba de antemano que la “celeste y blanca” perdía con Bolivia 6 a 1, lo hubiesen bañado de carcajadas. Nadie imaginó el set del miércoles…
Mucho menos los jugadores que no podían mirar a los ojos a Diego. Como tampoco pudieron tomar las marcas o encontrar respiro a los ataques -casi de asma- que proponían Joaquín Botero o Alex Da Rosa -de genuina nacionalidad brasilera-.
La Selección no encontró la inyección de adrenalina. Dio la sensación que los jugadores que entraron al terreno de juego se veían por primera vez en su vida. Y esa sensación fue más fuerte, incluso, que la teoría del jugador número doce en qué se convierte la altura cada vez que un seleccionado visita La Paz.
Parafraseando al gran Paco Urondo, este técnico mostró un equipo como “bola sin manija”, que rodó en el terreno de juego, como si fuese la pelota de un metegol que se desplaza enloquecida cuando algún desubicado le levanta las patas que sostienen el terreno. La pelota volvía como si la cancha estuviese inclinada.
En esta situación, Carrizo encontró otro parecido con el gran Amadeo: se llevó la segunda goleada má grande de la historia Argentina. Demichelis y Heinze residieron anclados en el borde del área. Zanetti y Papa, caminaron por las rayas laterales como si fuesen una cámara televisiva que se mueve en un plano travel. Mascherano y Gago quedaron tan lejos de los defensores, como de los carrileros, Rodríguez y González. Tevez estuvo esparcido en el ataque, desinflado y exiliado de las acciones de ofensiva. Lionel Messi demostró que sólo es una máquina en la Play Station y que en el ámbito terrenal la estirpe de crack cuesta un tanto más demostrarla. No pudo hacer ningún Lío de los que nos tiene acostumbrados.
“La Pulga”, que en el diario del domingo copó las páginas amarillas de Olé, aclamó que “la diez no le pesaba” y tan sólo tres días después, se desplomó por el peso de la responsabilidad. Jugó bien tan temprano que ya no tiene derecho a hacer experiencia. El ‘Mesías’ de Barcelona, pifió en la declaración alegórica acerca de la imposibilidad de jugar en la altura paceña. El empírico triunfo del seleccionado de Chile, en la fecha pasada de las eliminatorias, le muerde un cacho de razón al rosarino.
Por su parte, el cada vez más histriónico, Horacio Pagani, gritó en la mesa del mediodía, que a la Selección le falta identidad, lo dijo después de Venezuela, lo que afianza su razón. Marcelo Palacios, que no se sabe si es periodista o empleado de prensa de Maradona, defiende a Diego excusando que no es un partido analizable. Si algún miembro del seleccionado boliviano, que preservó siete titulares para el partido contra Argentina, que planificó la estrategia de patear desde dónde sea y mantuvo la astucia de atacar sostenidamente, escuchara este tipo de declaraciones, a mínimo, se enojaría. O se divertiría demasiado. Total, fueron ellos los que hicieron historia, esta vez.
Si Diego Maradona, fuese Alfio Basile, este uno/seis le costaría el destierro del país. Y si dejo de lado el amor de hincha que tengo. Y si aniquiló la subjetividad. Y si no me importa más que la justicia de calificar al técnico del seleccionado imparcialmente, me obligo a mí mismo a decir que el cuerpo técnico subestimó la altura. Qué armó un medio campo sin juego asociado, con pocos relevos y con las líneas alejadas, tan lejanas como el resultado final. Qué los centrales parecían laterales y los laterales espectadores. Qué los delanteros ni siquiera estaban adelante, sino que perdidos se extinguían en el campo (ni siquiera pudieron percibir las obscenas fallas de la defensa rival).
Bolivia hizo su juego con altura. No mostró esa performance en su historia, pero podía ocurrir, en una de esas. Como cuando se destapó Colombia en el Monumental. Era una probabilidad que no se tomó en cuenta.
Argentina, como siempre, fue un crisol de identidades que nunca nos convierte en lo que queremos ser. Tanto talento esparcido que sin planificación se ahogó. Tantos recursos que Argentina se abona a la subestimación. Pareciera que no nos bastó con la final de la Davis, en tenis.
Alguien nos salvará. Esa es la esperanza: Fue Diego, en su momento. Ahora tiene que ser Messi. Tuvo que ser Verón y los obtusos hoy lo abuchean. Riquelme ya no será…
Maradona tendrá que replantearse varias actitudes sino quiere que su corazón delator no reciba más puñales y su cuerpo se desplome en la lona.
Esperemos que el entrenador pueda ponerse de pie y logre, cómo en el cuento de José Pablo Feinman, una especie de Dieguito rearmando a Maradona. Por el bien de él. Por el bien de la Selección de todos.

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