domingo, 7 de junio de 2009

EN PRIMERA PERSONA



No hay que comenzar un un texto en primera persona argumentan los que saben desde la escuela de periodismo. Yo, empiezo en primera persona. Entiéndase que no es un acto de absurda rebeldía, ni de “vedettismo”, ni de exacerbación de ego. Es porque más que nunca voy a hablar de mi, de lo que creo, respecto de SER PERIODISTA.
Pienso en lo que me recrimina mi profesor Diego Borinsky y tiene razón: puedo escribirlo igual de otra manera. Pero no. Lo voy a escribir así: En primera persona.
Quiero expresar, para los que no saben, qué se siente tener la responsabilidad de contar lo que uno ve. En definitiva, el verso de la objetividad ya no se lo cree nadie. Hoy los periodistas son empleados de empresas, son escritores de perfiles de editoriales, ya no quedan Dantes Panzeris, Rodolfo Walshes, ni Robertos Arlt.
Ni siquiera se busca el arte de lo subliminal. No se intenta despistar al editor y enchufarle las palabras que uno elige para escribir. Porque ser periodista es elegir el recorte de lo que se ve. Siempre.
Elegir, claro, también es eliminar. Por eso la realidad está recortada en los medios. En los medios se crea una realidad: La realidad de los miedos, por ejemplo. Es que la información tiene que ser mercancía: ya no importa el cómo sino el qué.
El periodista actual se adapta al consumo y no tiene una función pedagógica, como debería ser. Al lector se le debe enseñar, volverlo un consumista intelectual. El consumo codifica el intelecto y no al revés.
Está claro que como lo mostró el negro que “El mundo ha vivido equivocado” o que se mantiene “Patas para arriba”como escribió Galeano. No es que no se puede cambiar. Es que no se quiere cambiar que es otra cosa.
En efecto, ser periodista, debe ser antagónico a este tipo de cosas. Es denuncia y compromiso. Es asumir la responsabilidad de no ser cómplices a los metadiscursos hegemónicos.
Para eso no debe abandonar la búsqueda de la verdad y debe apelar a ejercicio de la memoria. Si no leemos la historia no aprendemos de los errores. Si no sabemos, no vemos. Si no vemos, no sabemos qué pasa.
Entonces, un periodista sin formación, es una aguja perfecta para inyectar en la opinión pública los discursos corporativistas, las intenciones políticas planificadas y, sobretodo, para venderle a la gente lo que es funcional a las empresas de medios.
Un comunicador social tiene la obligación de vislumbrar el desarrollo del círculo vicioso cínico: más ignorantes somos, más fáciles de que nos manipulen. Prénsenlo así: Más idiotas somos, más Tinelli nos dan. Más ilusos, más cierto será entonces, la idea del turco, de llevarnos a la estratósfera.
Esta crónica apunta directamente a una crítica generalizada a los periodistas de escritorio que dejan de lado, precisamente, su conciencia crítica. El periodista de escritorio no es más que un mercenario de un grupo de empresarios. La escuela del periodista no se hace en la facultad, ni en las escuelas. El periodista, no vale un carajo sino empieza a patear la calle, no comienza a ver qué pasa en el barrio, a sacar las conclusiones del camino y de la gente…
Debe ser escéptico. Crítico. Honesto y fiel. Antes que cualquier otra cosa ser honesto y fiel. Fiel a lo que ve y debe darle calce al imperio de sus sentidos para poder ser honesto. Las percepciones no surgen naturalmente, implosionan desde nuestras sensibilidades.
Entonces: si a vos te importa un carajo que un docente esté reclamando lo que le corresponde desde la desobediencia civil de cortar una calle, vas a decir cualquier otra cosa menos eso...
El día del periodista es un homenaje a Mariano Moreno, porque el 7 de junio de 1810 fundó la Gaceta de Buenos Aires. La proclama editorial daba las razones de su nacimiento: “Para el logro de tan justos deseos ha resuelto la Junta que salga a luz un nuevo periódico semanal, con el título de Gaceta de Buenos Aires, el cual sin tocar los objetos que tan dignamente se desempeñan en el Semanario del Comercio, anuncie al público las noticias exteriores e interiores que deban mirarse con algún interés. En él se manifestarán igualmente las discusiones oficiales de la Junta con los demás jefes y gobiernos, el estado de la Real Hacienda y medidas económicas, para su mejora; y una franca comunicación de los motivos que influyan en sus principales providencias, abrirá la puerta a las advertencias que desee dar cualquiera que pueda contribuir con sus luces a la seguridad del acierto.La utilidad de los discursos de hombres ilustrados y que sostengan y dirijan el patriotismo y fidelidad, que tan heroicamente se ha desplegado, nunca es mayor que cuando el choque de las opiniones pudiera envolver en tinieblas aquellos principios, que los grandes talentos pueden únicamente reducir a su primitiva claridad; y la Junta, a más de incitar ahora generalmente a los sabios de estas provincias, para que escriban sobre tan importantes objetos, los estimulará por otros medios que les descubran la confianza que pone en sus luces y en su celo”. Gaceta de Buenos Aires, del 7 de junio de 1810.)
Hablaba de fidelidad. De patriotismo. De claridad. De eso se trata un periodista, básicamente, en primera persona.

1 comentario:

Juan Carrá dijo...

De acuerdo... cuando cursaba ética en Eter discutía mucho algunos puntos de los decálogos, sobre todo aquellos que no comenzaban separando al periodista del trabajador de la comunicación. ¿Pequeña diferencia? o diametral separación entre lo deseado y lo real... Hoy trabajar en un medio es ocupar una trinchera en el campo del enemigo... disputar de adentro dirá alguno... nada es monolítico y si no estás ahi seguro estará otro que entenderá al periodismo de forma más utilitaria... De adentro y de afuera el periodismo siempre es una forma de vida, no se trabaja de periodista, uno ES periodista y el que no lo entienda así será sólo un escriba del poder.